La adoración aprobada
Una de las más grandes incertidumbres que ha existido
desde hace tiempo ya dentro de las doctrinas de la iglesia del Nuevo
Testamento, es la referente al uso de instrumentos dentro de la adoración a
Dios. Alrededor de este tema se han tejido gran cantidad de teorías,
interpretaciones, y hasta discusiones, lo cual ha llevado muchas veces a
divisiones dentro de una congregación, al abandono por parte de algunos
miembros, e incluso su traslado a una denominación donde si se apruebe esta
práctica, o por el contrario, donde no se lleve a cabo.
A través de este estudio le haremos conocer más a fondo
acerca de uno de esos tantos temas tabú temidos y evitados dentro de las
enseñanzas de la iglesia, para que cada miembro tenga la capacidad de poder
defender las razones por las cuales no adora a Dios de la manera que muchas
iglesias si lo hacen, y que incluso entre los no convertidos es algo extraño el
solo uso del canto a capella (sin
acompañamiento).
En el Antiguo Testamento
En Génesis 4: 21 se habla acerca de Jubal, del linaje de
Caín, que fue el padre de los que tocaban el arpa y la flauta. Labán amonestó a
Jacob por haber huído y no permitir que se le despidiera con alegría y con
cantares, tamborín y arpa. (Gén. 31: 27)
Después de cruzar el Mar Rojo, Moisés e Israel entonaron
un cántico al Señor (Exo. 15: 1-18). María luego tomó un pandero y dirigió a
las mujeres, que también tenían panderos, en los cánticos y las danzas. (Exo.
15: 20, 21). Cuando el Señor estaba dando instrucciones para la adoración en el
tabernáculo, le ordenó a Moisés hacer dos trompetas de plata. (Num. 10: 1, 2)
Esas trompetas habían de ser utilizadas para dar indicaciones, cuando sonaban
las dos, toda la congregación debía reunirse en la puerta del tabernáculo.
Además, el año de jubileo se iniciaba haciendo sonar el cuerno de carnero.
Fuera de esto, no se menciona ningún instrumento con relación a la adoración en
el tabernáculo.
Si vamos a los libros históricos encontraremos que las
alusiones a los instrumentos musicales son abundantes. Cuando Jefté volvió de
la batalla, su hija lo recibió con panderos y danzas (Jue. 11: 34). El rey
Saúl, luego de ser ungido por Samuel, se encontró con un grupo de profetas que
descendían del lugar alto con salterio, pandero, flauta y arpa delante de
ellos. (1 Sam 10: 5, 10). Después de la victoria de David sobre Goliat, las
mujeres que salieron al encuentro de Saúl cantaban y danzaban con panderos.
David mismo fue un reconocido músico. Fue escogido para
tocar el arpa delante de Saúl y así aliviar su estado emocional cuando un
espíritu inmundo venía a él (1 Sam. 16: 14-23). Más tarde, David y toda la casa
de Israel sacaron el arca de la casa de Abinadab. Estaban festejando delante
del Señor con todas sus fuerzas con cánticos y con arpas, salterios, panderos,
flautas y címbalos. (2 Sam. 6: 5, 1 Cron. 13: 7-8).
En 1 Crónicas 25: 1-8, el cronista acreditó a David y a
los jefes del ejército haber apartado a los hijos de Asaf y de Hemán para
profetizar con arpas, salterios y címbalos. Tanto hombres como mujeres se
dedicaron a la música con instrumentos en el servicio de la casa de Dios. Eran
músicos hábiles y capacitados, que formaban una especie de coro. Todo esto fue
anterior a la construcción del templo. Sin embargo, nada se decía acerca de la
autoridad de David para tales actos. No es sino hasta en 2 Crónicas 29: 25
donde leemos que “aquel mandamiento procedía de Jehová por medio de sus
profetas”. Años más tarde, una vez finalizada la construcción del templo, este
fue dedicado por Salomón. Había 120 sacerdotes con trompetas. Los cantores
tenían címbalos, salterios y arpas. El grupo hizo oír su voz al unísono en
alabanza y acción de gracias al Señor. No podríamos suponer que el Señor
estuviera disgustado, porque dice: “la gloria de Jehová había llenado la casa
de Dios” (2 Cro. 5: 13, 14). Tiempo después Ezequías llevó a cabo su reforma,
situando a los levitas en la casa del Señor. (2 Cró. 29: 25-27) Los cánticos
comenzaban cuando se ofrecía el sacrificio. Toda la asamblea adoraba.
En cuanto a los libros de los profetas, se encuentran
gran cantidad de referencias al canto y la alabanza, sin embargo solo unos
pocos mencionan el uso de instrumentos (Is. 30: 29; Eze. 26: 13; Eze. 40: 44;
Amós 6: 5; Amós 5: 23).
Ahora bien, al dirigirnos al libro de los Salmos, nos
encontraremos con una mayor referencia al uso de instrumentos. Primero que
nada, hemos de destacar que aunque se ha asumido ampliamente que todos los
salmos hablan de adoración en grupos, muchos de ellos no indican si se está
refiriendo a una adoración pública o privada. En la adoración del templo, los
sacerdotes y los levitas eran los músicos y los cantores. La asamblea reunida
no eran los que cantaban.
De los 150 salmos, sesenta y nueve no hacen mención de un
instrumento cuando se refieren al canto y al aclamar con alegría. La boca como
instrumento de alabanza se menciona unas nueve veces (Sal. 40: 3; 63: 5; 71: 8;
89: 1; 109: 30; 145: 21). Se mencionan los labios y la lengua (71: 23, 24; 119:
13, 171, 172). Dieciséis salmos mencionan explícitamente el uso de un
instrumento (57: 7, 8; 68: 25; 71: 22; 81: 2, 3; 92: 2, 3; 98: 5; 108: 2; 144: 9;
147: 7; 149: 3; 150: 1-6). Las bocinas (150:3), el decacordio (33: 2) y las arpas (137: 2) son los
instrumentos comúnmente mencionados. Salmos 150 menciona toda una orquesta.
Aún cuando la
palabra cantar se menciona setenta y siete veces en cincuenta y ocho salmos,
únicamente en cuatro de ellos especifican también un instrumento. Algunos
salmos son declaraciones personales. El salmista estaba alabando a Dios en un
ambiente privado y personal.
En el Nuevo Testamento
En el nacimiento de Jesús hubo canto celestial: “Y
repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que
alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz,
buena voluntad para con los hombres!” (Luc. 2: 13-14) Los que tocaban flautas
formaron parte del alboroto en el duelo en la casa de Jairo, cuando la hija de
este se creía muerta (Mat. 9: 23). Aunque ni en el Antiguo ni en el Nuevo
Testamente se detalla la ceremonia de los funerales, en Mateo 11: 17 los
muchachos en las plazas son descritos como diciendo a sus compañeros “Os
tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos y no lamentasteis”. Luego, si
bien no se menciona ningún instrumento, es de suponer que la danza de Salomé
ante Herodes estuvo acompañada de instrumentos (Mat. 14: 6; Mr. 6: 22). El
hermano mayor escuchó música y danzas en la casa luego del regreso de su
hermano pródigo (Luc. 15: 25). En base a estos pasajes sabemos que las personas
del siglo primero estaban acostumbradas a la música de celebración. La música
también tiene relación con la cena de la Pascua (la cual se celebraba en las
casas). Al final de la cena, Jesús y Sus discípulos cantaron un himno y
salieron al Monte de los Olivos (Mt. 26: 30).
Yendo al libro de Hechos, Pablo y Silas estaban
orando y cantando en la cárcel de
Filipos a medianoche (Hec. 16: 25, 26). Es poco probable que alguno de los
presos tuviera algún instrumento. Esta es la primera alusión en la historia al
canto cristiano.
Pablo habla a los Corintios de cantar con el espíritu y
con el entendimiento (1 Cor. 14: 15). En el último día se tocará la trompeta y
los muertos serán resucitados incorruptibles (1 Cor. 15: 52). Hebreos 12: 18-19
habla de una trompeta en el Monte Sinaí.
Pablo también comentó “Ciertamente las cosas inanimadas
que producen sonidos, como la flauta o la cítara, si no dieren distinción de
voces, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o con la cítara?...” (1 Cor.
14: 7, 8). En una metáfora en 1 Cor. 13: 1, Pablo habló del metal que resuena y
del címbalo que retiñe.
En 1 Cor. 14: 26 dice: “Cuando os reunís, cada uno de
vosotros tiene salmo…”. Este pasaje demuestra fuera de toda duda que el canto
era parte de una asamblea de adoración en Corinto, así como lo fue en la
oración. La iglesia de Corinto cantaba.
En Efesios 5: 18, 19: “sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros
con salmos, con himnos y cánticos espirituales…” Estos tres mismos tipos de
canto se mencionan en Colosenses 3: 16. Claro está en el pasaje que no se dice
“tocar salmos, himnos y cánticos espirituales”. En cuanto al Apocalipsis, son
pocas las alusiones a la música, y ninguna de ellas describe actividades en la
iglesia. Hay una escena celestial que presenta cuatro seres vivientes y
veinticuatro ancianos, cada uno con un arpa, y postrándose delante del Cordero
(5: 8-10). La trompeta como instrumento para dar aviso está en el Antiguo
Testamento, y la encontramos aquí también (ver 8: 13, 9: 14).
Los padres de la iglesia
Estos son los primeros cristianos que empezaron a escribir
y registrar los datos acerca de la iglesia luego de que los apóstoles habían
muerto. Si bien es cierto no son autores inspirados por Dios, sin embargo sus
registros nos ayudan a conocer un poco más acerca de los primeros años de la
iglesia de Cristo.
Alrededor del año 110 d.C. Plinio era gobernador de
Bitinia. Le escribió al emperador romano Trajano para averiguar como tratar a los
cristianos en su distrito. De un gobernador pagano que nunca había visitado una
asamblea cristiana no se esperaría conocer los detalles del culto de adoración.
De la información que le habían dado, entendió que los cristianos se reunían
“en un día fijo de la semana antes de que amaneciera, y cantaban un himno a
Cristo, como a un Dios” (Plinio Epístolas de Plinio). Clemente de Alejandría
escribió: “Por tanto démosle eterna alabanza, no solo con los labios, sino
también con nuestro corazón, para que Él pueda recibirnos como hijos”. (2º
Clemente). Ignacio advirtió a los romanos diciendo: “Para que formando vosotros
un coro en amor, podáis cantar al Padre en Jesucristo”. (Ignacio Epístola a los
Romanos 2).
Tomando en cuenta la reputación moral del instrumento, el
uso del mismo en la adoración era impensable. En las iglesias no había
controversia sobre su uso en las reuniones. Simplemente no era un asunto que se
cuestionara. Los instrumentos estaban asociados con los ritos paganos y la
inmoralidad. Tertuliano afirmó que los cristianos habían de detestar los
instrumentos usados en el teatro.
La Reforma
La Reforma fue el movimiento religioso cristiano,
iniciado en Alemania en el siglo XVI
(entre los años 1501-1600 d.C.), que tuvo
su origen en las críticas con las que diversos religiosos, pensadores y
políticos europeos
buscaron provocar un cambio profundo en los usos y costumbres de la Iglesia católica. Su intención era reformar el catolicismo con el fin de volver al cristianismo primitivo.
Los que participaron en este movimiento se enfrentaron
con la interrogante sobre la utilización
de la música instrumental en la adoración. La misma se había convertido
en práctica de la Iglesia Católica Romana. La Iglesia también había introducido
el culto de imágenes, incienso, velas, reliquias y mucho más.
Martín Lutero, el monje alemán que se convirtió en el
integrante más prominente del este Movimiento, era indiferente ante la
utilización de imágenes e instrumentos. En su opinión se trataba de asuntos de
libertad de culto. Otro alemán, Gerhard Carlstadt, se opuso a su uso. Sostuvo
que el que tocaba un instrumento no podría adorar si estaba ocupado atendiendo
asuntos musicales. Por otro lado, el suizo Huldreich Zwingli insistió en que
solamente lo que Cristo había ordenado en el Nuevo Testamento debía ser parte
de la adoración de la iglesia. Todo lo que era agregado al mandamiento de
Cristo, constituía un abuso. En respuesta a este tipo de enseñanza, el órgano
dejó de ser utilizado en algunos servicios de adoración. Juan Calvino, otro
gran reformista, no se opuso al uso privado de instrumentos, solamente a su
utilización en la asamblea cristiana. Cotton Mather dijo: “No hay una sola
palabra en el Nuevo Testamento sobre la institución de música instrumental en
la adoración a Dios”.
Ya en el siglo XIX (entre los años 1801-1900), después de
la guerra, J. W. McGarvey comentó sobre la transformación que se estaba
llevando a cabo. Anteriormente ningún predicador había defendido el uso de instrumentos,
sin embargo, vio algunos que argumentaban que era solamente un asunto de
conveniencia. McGarvey insistió en que no hay autoridad en las Escrituras para
los instrumentos.
En congregación tras congregación, surgió la división y
creció la amargura por la introducción del instrumento, sea que los que
favorecían la práctica fueran de la minoría o de la mayoría. En muchos casos,
los que se oponían a la música instrumental en el culto tuvieron que retirarse
de la congregación.
Un argumento muy utilizado por los que favorecían el uso
de instrumentos era su insistencia en cuanto a que la palabra griega psallo en Efesios 5: 19 supone pulsar
una cuerda. Esta afirmación aún se hace. Sin embargo, los que se oponen a esta
interpretación han insistido en que si el término significa pulsar un
instrumento, entonces el versículo indica cual es el instrumento, a saber el
corazón humano.
Otro tipo de defensa del uso de instrumentos es que
puesto que los instrumentos se mencionan en dieciséis salmos, no le desagradan
a Dios. A esto se añade el hecho de que Apocalipsis presenta el uso de
instrumentos en el cielo. La conclusión que se propone es que Dios seguramente
los aprueba. Sin embargo, muchas cosas que los Salmos mencionan no las adoptan
las congregaciones instrumentalistas, y lo mismo sucede con respecto al libro
de Apocalipsis. Por ejemplo: la danza (149: 3; 30: 11; 150: 4), el uso del
incienso (141: 2), maldiciones contra los enemigos (109: 7; 137: 9), sacrificios
de animales (51: 19) o el lavado de manos (26: 6), entre otras cosas.
La “libertad cristiana” se ha llegado a entender muy
erróneamente que es tener cualquier cosa que se desee en la adoración sin que
los demás protesten. O bien la práctica de uso de instrumentos está autorizada
o cae en el ámbito de la opinión y la conveniencia. Si psallo de Efesios 5: 19 ordena la utilización del instrumento,
entonces se debe utilizar. No es un asunto opcional. Si el instrumento cae en
el ámbito de la conveniencia y la opinión, es pecado, usarlo porque causa
división (vea 1 Cor. 8: 13). Los que lo usan son responsables de la división
que produce. Los que lo introdujeron, no los que se oponían, causaron la
división.
¿Dónde en la Biblia es opcional la obediencia a cualquier
mandamiento o advertencia? ¿Es la fe algo que los cristianos podemos optar por
creer o no creer, de acuerdo a nuestras preferencias? Estamos de acuerdo en que
el arrepentimiento y el bautismo son ordenados, sin embargo, ¿son estos
mandamientos opcionales? Los mandamientos bíblicos que fueran opcionales no
tendrían sentido, ya que siempre preferiríamos no hacerlos a hacerlos ya que
sería lo más fácil.
La parte más importante de nuestro canto (el mensaje)
está en las palabras. Las palabras de los cánticos de adoración podrían
provenir de los cánticos de una página escrita, o por boca de otros. Las
palabras podrían ser leídas, memorizadas, o proyectadas en una pantalla o
pared. No importa como obtenemos la letra de nuestros cánticos, aún estamos
cantando. No puede haber canto donde el entendimiento esté separado de las
palabras (1 Cor. 14: 15), las cuales no pueden ser expresadas con instrumentos.
¿Qué del silencio de las Escrituras?
¿Es el silencio de las Escrituras una luz verde,
significa seguir adelante, o es una luz roja? El Nuevo Testamento no consiste
en una lista detallada de todas las cosas que una persona no debe hacer en la
adoración. La Biblia no dice que no
debemos rociar con agua a los bebés, quemar incienso, celebrar procesiones
religiosas, ni tener un papa, cardenales o sacerdotes. No dice que no debemos
cobrar cuota de membresía, misas o velas.
Una buena ilustración la podemos tomar de las
instrucciones de Dios para el arca. Sin usar negaciones, Dios le prohibió a Noé
construir cualquier otro tipo de barco o de tamaño diferente. Noé hizo todo lo
que el Señor le mandó (Gén. 6: 22).
Podemos ahora tomar ejemplos de la vida cotidiana. Si pido
un tiquete de avión y lo pago con tarjeta de crédito, no es que necesario que
diga lo que no quiero. Confío en que la compañía aérea me enviará solamente el
boleto que he especificado. No me enviarán un boleto para otro día, para alguna
hora ni un destino diferente. No me cobrarán por un almuerzo, por un seguro o
por algo para leer. Solamente lo que yo he especificado. Pueden hacerlo ya que
tienen mi número de tarjeta de crédito, sin embargo entienden que mi silencio
no es una luz verde.
Cuando llevamos el automóvil al taller para un cambio de
aceite, confiamos en que no recibirá también un juego de llantas nuevo.
Tratarán de vender todos los servicios que ofrecen, sin embargo, ellos saben
también que el silencio es una luz roja. Se les tiene que autorizar antes de
que puedan hacer algo. El silencio es
prohibitivo.
En el primer siglo, los apóstoles y los ancianos
escribieron una carta acerca de los que estaban exigiéndoles a los gentiles
circuncidarse. Sobre el asunto declararon: “no dimos orden” (Hec. 15: 24). Su
silencio no era permisivo, sino prohibitivo. Cuando a Felipe en Samaria se le
dijo que fuera al camino que conducía de Jerusalén a Gaza, no se le tuvo que
decir: “No vayas a Jericó.” Cuando a Saulo de Tarso se le dijo que fuera
Damasco, no se le tuvo que decir: “No regreses a Jerusalén”.
Algunas personas parecen dejarse convencer con la idea de
que: “He leído todo el Nuevo Testamento y no he encontrado ningún versículo que
diga que no se puede tener música instrumental en la adoración”. Lo absurdo de
esta forma de pensar se hace evidente si la aplicamos a otras actividades de la
adoración. El Nuevo Testamento no contiene ningún pasaje que diga que no
podemos usar agua en la Cena del Señor en lugar de vino o jugo de uva. Cuando
el Señor dijo “fruto de la vid” (Mat. 26: 29; Mar. 14: 25; Luc. 22: 18) eliminó
con ello el uso de todo lo que no sea jugo de uva o vino, los cuales proceden
de la vid. Otro ejemplo, el incienso era usado en la adoración del Antiguo
Testamento. También es mencionado en los Salmos y en Malaquías. No encuentro
ningún pasaje en el NT que diga que no lo podamos usar en la adoración de la
iglesia si así quisiéramos. Sin embargo, Dios no les autorizó a los cristianos
usarlo en la adoración.
La clase de pensamiento que estamos atacando no pregunta:
¿Qué desea Dios?, solamente pregunta: ¿Qué queremos nosotros? Su razonar dice
que si una acción es deseable a los ojos humanos, definitivamente debe ser
aprobado delante de Dios. Pasa por alto lo que Dios expresamente dice: “… mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos”
(Isa. 55: 8). Nuestra primera pregunta
en la búsqueda de la voluntad de Dios en la Biblia no debe ser: ¿Dónde dice que
no podemos? La primera pregunta debería ser: ¿Dónde dice Dios qué le agrada a
Él?
La correcta adoración
“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible,
tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y
reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor.” (Heb. 12: 28, 29). De
este pasaje de Hebreos hagamos notar dos ideas fundamentales:
1. La
adoración va dirigida a Dios, no a una audiencia. Al referirnos al libro de
los Salmos veremos cuan frecuentemente aparece el llamado a “cantarle a Jehová”
o “cantarle a Dios”, cuando se menciona la adoración. Nuestro canto va dirigido a Dios. Él es a quien se ha de complacer.
La adoración en el canto no es un espectáculo.
A Dios es el que hemos de complacer en la adoración.
Jesús describió su propio actuar diciendo: “yo hago siempre lo que le agrada
(al Padre)” (Juan 8: 29). Su oración en el Huerto de Getsemaní fue: “no se haga
mi voluntad, sino la tuya” (Luc. 22: 42). El objetivo de Pablo al predicar no
fue complacer a las personas, sino a Dios (1 Tes. 2: 4).
Lo único que Dios nos dice es: “hablando entre vosotros
con salmos, con himnos y cánticos espirituales” (Efe. 5: 19). Además dijo: “Así
que ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Él, sacrificio de alabanza, es
decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Heb. 13: 15).
Por la experiencia sabemos que si un hijo quiere una
bicicleta de cierta marca y cierto color, y se le compra otra totalmente
diferente, se habrá desperdiciado el dinero. Dios, no el creyente es el que ha
de ser complacido con el canto. ¿Cómo podemos saber lo que Él desea? ¿Hemos de
suponer que porque algo nos agrada, también le agrada a Él?
Entonces, ¿cuál es la adoración que Dios aprueba y en la
que se complace? Él desea que nosotros como cristianos, cantemos y hagamos
melodía en nuestros corazones. Estamos llamados a hacer Su voluntad sin
importar lo que otros optan hacer. Josué expresó bien el objetivo cuando dijo:
“… pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24: 15).
2. Al
decir “agradándole”, sugiere claramente que cierta clase de adoración no es
aprobada.
Jesús habló de la adoración vana (Mt. 15: 9). El Señor
exige que las personas le adoren solamente a Él. No comparte la adoración con
ningún ídolo ni dios falso. En las Escrituras también vemos adoración a Dios
(aparentemente sincera) que Él mismo rechazó. Aprobó la ofrenda de Abel, sin
embargo rechazó la de Caín (Gén. 4: 4-5). Nadab y Abiú, hijos de Aarón, estaban
adorando cuando fueron incinerados por usar un fuego extraño que Dios no había
ordenado (Leví. 10: 1-2). Al rey Saúl se
le informó que su plan de hacer sacrificio al Señor en Gilgal constituía una
rebelión (1 Sam. 15: 23). Saúl rechazó la palabra del Señor y Este le rechazó a
él.
A lo largo de la historia las personas parecen haber
asumido que lo que se ofrece a Dios debe ser estéticamente agradable a los ojos
y oídos de nosotros mismos. Han construido catedrales sorprendentemente
adornadas con los más finos vitrales y lo mejor del arte. Muchas obras de arte
fueron pintadas para adornar las iglesias. Se hacen procesiones para mostrar
los oficiales de la iglesia en sus vestidos más llamativos. La mejor música, lo
más agradable al oído humano, fue escrita para adorar. En cuanto a esto, Amós
culpó a Israel de injusticia contra el prójimo, no de insinceridad en la
adoración a Dios. Aún así Dios despreció sus fiestas. No aprobó sus sacrificios
ni escuchó el sonido de sus instrumentos (Amós 5: 21-23). La adoración tiene
que ser sincera, sin embargo, no constituye la única prueba para ser aprobada.
Estudio tomado de: “La interrogante sobre el uso de la
música instrumental en la adoración”, de La Verdad para Hoy. Autor Jack Lewis
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