La providencia divina
Como todos los días, salgo de mi casa, y camino el
trayecto hacia la parada del bus donde cada día, entre 1 y 130, me subo en el
que me lleva a San José centro. Pero este día en especial es muy importante
para mí llegar temprano al trabajo, ya que hay una reunión del departamento, y
debo estar puntual. Justo cuando voy llegando a la parada veo venir el bus que
necesito. “Qué bien, justo a tiempo.” Al bajarme del bus, camino 100 metros a
la siguiente parada donde tomo el siguiente bus que va hacia Santa Ana. Y en
ese mismo instante que voy llegando, de nuevo veo ahí ya parqueado el bus que
necesito. “Hoy es mi día de suerte.” Y así, gracias a Dios llego a tiempo a la
reunión, y hasta con tiempo de sobra.
Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia, en
otro país, un muchacho va de camino a la parada del bus donde cada día, igual
que yo, toma el que lo llevará a su trabajo. Y justo cuando va llegando a la
parada, lo ve pasar de largo. “Qué desgracia. Voy a llegar tarde.” En eso suena
un estallido que hace retumbar el suelo debajo de sus pies. Asombrado vuelve a
ver en dirección de donde venía tal estruendo. Cual no sería su sorpresa al ver
que el bus que lo había pasado de largo, acababa de colisionar violentamente
contra un tráiler que no hizo el alto. La imagen es impactante, el bus ardiendo
en llamas, mientras las personas que han quedado con vida luchan
desesperadamente por escapar de ese infierno.
Esta imagen ciertamente es ficticia. Sin embargo la
utilizo para ejemplificar un fenómeno que todas las personas, sean creyentes o
no, han experimentado en sus vidas. No son milagros o eventos sobrenaturales,
ya que nada extraordinario o fuera de lo normal ocurre. No baja una mano desde
el cielo a mover las cosas de su lugar. Todo a simple vista parece exactamente
igual. Sin embargo, luego de que los eventos han pasado, nos damos cuenta de
que algo misterioso ocurrió a nuestro favor. Pero no sabemos que fue.
Los seres humanos siempre han tratado de explicar el
porqué de todo lo que pasa en nuestra vida, todo lo que ocurre a nuestro
alrededor. Buscan un responsable de los eventos ordinarios y extraordinarios de
nuestra existencia. Por ejemplo, los griegos decían que la vida del ser humano estaba
en las manos de tres mujeres, llamadas Cloto, Láquesis y Átropo, las cuales
tenían entre sus manos un hilo que representa la vida de cada persona. La
primera lo tejía, la siguiente lo medía, y la última lo cortaba.
Hoy en día se usan palabras como “destino”, “casualidad”
o “suerte” para explicar los giros inesperados de la vida. Si una persona va
por la calle, y se encuentra por el camino un billete de 50 mil colones, es
suerte, y a la vez casualidad, ya que sin planearlo, pasó justo donde estaba
ese billete. El destino la puso en el momento y el lugar correcto. Ese es el
discurso de gran cantidad de personas.
Sin embargo, como creyentes que somos, sabemos que las
casualidades no existen, ni la suerte, ni el destino. El responsable de estas
cosas es Dios, y lo que mueve los eventos a nuestro favor se llama Providencia
Divina.
El poeta, William Cowper, durante un ataque de melancolía,
tomó la decisión de ahogarse en el Támesis. Le ordenó al cochero que lo llevara
al puente Blackfriars. Extrañamente, el hombre condujo por todo Londres, pero
debido a la densa neblina, no pudo encontrar el puente. Durante el recorrido, el
temperamento de Cowper cambió y le dio instrucciones al conductor de que lo llevara
a casa. Cuando llegó a su habitación, tomó un bolígrafo y compuso el himno que
alaba la providencia de Dios, «Dios se mueve de forma misteriosa; al realizar
Sus maravillas;…».
Cuando Dios interviene a nuestro favor
La providencia divina es la única explicación a los giros
inesperados de la vida. Dios controla los eventos que ocurren en el Universo,
de manera que Su voluntad se cumpla. No debería ser algo difícil de entender y
aceptar, ya que sabiendo que nuestro Señor fue el Creador y único responsable
de todas las cosas que hoy existen tal como son, con su infinito poder, su
incomparable sabiduría y conocimiento, y su absoluta y definitiva soberanía, y
completo dominio sobre todo lo que ocurre, aún el movimiento de las hojas, y la
marea de los mares, lo más lógico sería ver en Él como el que mueve las cosas a
nuestro favor. Sin embargo la verdad es que pocas personas lo ven así, aún
entre muchos que se congregan y asisten a una iglesia. La providencia divina,
lamentablemente es poco conocida.
Para poder comprender mejor como funciona la providencia
de Dios, primero estudiemos un poco de qué manera trabaja. Primero que nada, no
es una suspensión de las leyes de la naturaleza, ni una intervención directa de
Dios, ya que esto entra en la categoría de milagro. Es un tema aparte.
La providencia puede decirse que es la influencia oculta
de Dios sobre su creación. No podemos predecir de qué manera Dios intervendrá,
pero luego cuando hemos visto lo que ha pasado, podemos darnos cuenta de que
hubo intervención de Dios en el resultado final.
Muchos casos en nuestras vidas personales podemos poner
de ejemplo de la intervención divina a nuestro favor. Por ejemplo, cuando por
un segundo que nos atrasamos al caérsenos las llaves, eso evita que un auto nos
atropelle. O cuando sin saber por qué la muchacha que pretendíamos se casó con
otro, y en nuestro sufrimiento por lo que pensamos que perdimos, conocimos a
otra muchacha que resulta mucho mejor esposa de lo que la otra hubiera sido.
Esto por poner un par de ejemplos. Otros más podrían ser que se nos ponchó la
llanta del auto, nos rechazaron la solicitud de la Universidad, no conseguimos
este trabajo, etc.
Lo que muchos llaman suerte o casualidad, no es otra cosa
que la providencia divina, ya que todo en este Universo está bajo el soberano
control de Dios. Nada se escapa de sus manos.
La providencia se basa en dos características de Dios:
Una es que Él es justo en todo lo que hace (Salmos 111.3; 145.17; Jeremías
9.24), o sea que todo lo que hace es correcto y bueno. Como es un Dios santo y
puro, no hay en Él posibilidad alguna de hacer algo por motivos egoístas o
malévolos. Por naturaleza todo lo que hace es bueno. Desde el principio, en la
creación, quedó claro que esto era así (Génesis 1: 31).
La segunda característica de Dios que genera su
providencia hacia nosotros, es su gran amor por el hombre, que lo lleva a
influenciar la vida de este para bien (Salmos 37.23). Como Dios es el que
gobierna, Él está al tanto incluso de nuestros pasos más pequeños. Es por medio
de la providencia que Dios puede cuidar del hombre (Jueces 14.4a). Su más
grande prueba de amor fue mostrada en la cruz hace más de dos mil años. Dios
movió cada uno de los eventos en ese momento para que la muerte expiatoria de
Cristo fuera todo un éxito, en favor de la humanidad que había vivido, y la que
estaba por venir.
Pero la providencia divina tiene un propósito
fundamental. Dios ordena las cosas a nuestro alrededor y ordena las
circunstancias de la vida de tal manera que seamos motivados a seguir la voluntad
divina (Proverbios 20.24). Al actuar de esta manera tan benévola y amorosa,
Dios nos demuestra que está interesado en su creación, a tal punto que siempre
le provee de lo necesario para subsistir, ordena las cosas, las sustenta, las
cuida, de una forma que sólo Él sabe hacerlo. Y lo más maravilloso es que lo
hace así por cada persona que vive, aún la que vive en la más obstinada
rebeldía hacia Él. Porque le ama, le permite despertar cada mañana, le da aire
para respirar, un suelo sobre el cual caminar, un trabajo al cual ir, una
familia con la cual vivir. Todo esto es acción directa de Dios en nuestras
vidas. Sólo que pocas veces reconocemos que es así.
No sabemos cómo es que funciona la providencia. Pablo
mismo no sabía cómo funcionaba la providencia. “Porque quizás para esto
se apartó de ti por algún tiempo…” (Filemón 15). Sólo sabemos que sí lo hace. Y
también sabemos que esta no falla. Así de grande y bueno es nuestro Dios.
Características de la providencia divina
1. Es
lo suficientemente fuerte como para resolver cualquier dificultad (Romanos
8.28; Hechos 21.14; 1ª Corintios 4.19; 16.7).
Pablo es el primer testigo de la providencia divina
manifestada a su favor de tantas formas que no podría siquiera numerarlas. Por
su confianza en la providencia divina fue que pudo escribir los versículos
siguientes a Romanos 8: 26, hasta el versículo 39. A pesar de todos los ataques
de Satanás, y aún cuando muchas veces podría parecer que este estaba ganando la
batalla, Pablo vio el control soberano de Dios sobre lo que pasaba. En
Filipenses 1.12, 16, 19, leemos acerca de la confianza certera que él tenía en
el cuidado providencial de Dios. Tenía la plena certeza que pasara lo que
pasara, los propósitos de Dios siempre iban a cumplirse. Nada en la vasta
creación tiene ni tendrá suficiente poder jamás para detener la maquinaria
divina.
En cierta ciudad antigua había una gran catedral que
tenía un sorprendente vitral. Su fama se había esparcido en el extranjero. De
muy lejos, la gente realizaba peregrinajes para contemplar el esplendor de la
obra maestra de arte. Un día, una gran tormenta quebró la ventana y esta cayó
sobre el piso de mármol y se hizo pedazos. Grande fue el dolor de la gente que
quedó privada de su más gloriosa obra de arte. Recogieron los fragmentos, los
juntaron en un cajón y los llevaron al sótano del edificio de la iglesia.
Cierto día, un extraño vino con el deseo de ver la hermosa ventana. Se le
informó de lo sucedido. Preguntó qué había sido de los fragmentos y le
mostraron las piezas rotas de vidrio. «¿Les importaría dármelos?», preguntó.
«Lléveselos; a nosotros no nos sirven», fue la respuesta. El visitante levantó
la caja cuidadosamente y se la llevó. Pasaron semanas y cierto día los
custodios de la catedral recibieron una invitación. Provenía de un famoso
artista, conocido por su maestría en la artesanía del vidrio. Los invitaba a su
estudio para que inspeccionaran un vitral. Cuando los llevó a su estudio les
mostró un gran lienzo. Con un toque de sus manos, el lienzo cayó. Ahí, ante sus
miradas de asombro, brillaba un vitral que sobrepasaba en belleza todo lo que
habían visto antes. Mientras contemplaban su rico matiz, sus maravillosos
diseños e ingeniosa habilidad, el artista dijo: «Esta ventana he hecho de los
fragmentos de su ventana rota. Pueden llevársela y colocarla de nuevo en la
catedral». Una vez más, un gran ventanal derramaba su hermosa luz en los
oscuros pasillos de la vieja catedral. Sin embargo, el esplendor de la nueva
ventana sobrepasaba la gloria de la vieja ventana. La fama del retorno de la
ventana llenó la tierra.
Esta es la forma maravillosa de trabajar de nuestro
Señor. Cuando parece que nada puede ser peor, cuando lamentamos como han
cambiado las cosas, y preguntamos porqué son así, en ese instante, en el punto
de más duda para nosotros, se manifiestan los propósitos verdaderos de Dios. Y
resulta ser que el resultado obtenido es muchísimo mejor de lo que hubiera sido
si esa situación difícil no hubiera ocurrido. Sé hermano que sabe muy bien de
lo que hablo. Cuando tuvo por mucho tiempo soportar un trabajo cansado y sin
provecho, y que incluso estuvo a punto de renunciar, para que de la nada se
presentara frente suyo un puesto mucho mejor de lo que habría conseguido si
hubiera renunciado. Este es uno de muchísimos ejemplos. Pablo tenía la plena
confianza de que aún cuando pasara momentos muy difíciles, estos eran guiados
providencialmente por Dios para un resultado muchísimo mejor de lo que hubiera
sido. La gloria de lo nuevo sobrepasaría en extremo la gloria de lo viejo.
Algo sí debe quedar muy claro. No siempre esas respuestas
llegan en esta vida. Muchas veces, por no decir todas, no lograremos encontrar
explicación a la muerte prematura de un ser amado. Estas respuestas nos esperan
al otro lado de esta vida. Y lo que nos debe motivar a seguir luchando y seguir
confiando en Dios, es saber que aún ese evento tan desastroso ocurrió porque
Dios tenía un propósito para ello. Sólo debemos confiar.
2. La
providencia actúa incluso sobre los eventos ordinarios de la existencia sobre
la tierra.
Pablo tenía la plena confianza de que Dios guiaba las
circunstancias diarias «… porque Dios es el que en vosotros produce así el
querer como el hacer, por su buena voluntad» (2.13; cf. Filipenses 2.27; Hechos
14.7; 1ª Tesalonicenses 3.11).
Nuestra confianza en la providencia está en el
conocimiento que tenemos de Dios. Si estamos convencidos de que Dios está a
cargo de todo, y además sabemos que todo lo que hace es para nuestro bien. Si
estamos seguros de que todo lo que Él hace es bueno, y de que todo lo que
ocurre es por un propósito que está en la mente de Dios, no buscaremos otro
responsable para los eventos de nuestra vida más que al Señor. Ni la
casualidad, ni la suerte han de estar ni en nuestro pensamiento ni en nuestro
vocabulario, ya que sabemos que todo está bajo el mando soberano de nuestro
Dios.
Cierto agricultor, fatigado y sudoroso por el arado, tomó
su descanso debajo de un nogal. Miró sus parras de calabazas y se dijo a sí
mismo: «¡Qué extraño que Dios ponga calabazas tan grandes y pesadas en una
parra tan frágil con tan poca fuerza que tiene que arrastrarse por el suelo!».
Luego mirando hacia las ramas del árbol, agregó: «¡Qué extraño que Dios ponga nogales
tan pequeños en árboles tan grandes con ramas tan fuertes que pueden sostener a
un hombre!». Justo en ese momento, una corriente de aire arrancó un nogal del
árbol. El cansado agricultor dejó de cuestionarse y se frotó la cabeza
arrepentido y dijo: «¡Qué bueno que no era una calabaza la que estaba arriba!».
Existe la tendencia de decir que las cosas ocurren
simplemente porque sí. Pero esa no es la respuesta correcta. Todo tiene un
debido propósito por el cual es como es, y que las cosas ocurran como ocurran.
Dios todo lo hace bueno y con un debido orden y propósito. Nuestra confianza en
la providencia divina debe provocarnos paz y no temor. Confiar en maravilloso
Dios que nos ama, y que todo lo controla. Aún el granito de arena que cae al
agua de un río, está siendo vigilado por Dios en su caída. ¿No es esto algo que
nos provoque tranquilidad? “Si Dios es por nosotros, ¿quién podrá contra
nosotros?” (Romanos 8: 31)
3. La
providencia ofrece oportunidades al hombre errado para que obedezca a Dios y le
siga.
Pablo sabía que la providencia había sido la que dirigió
su vida e instrucción religiosa durante sus años mozos. Esta formación temprana
lo había preparado para su papel apostólico. Haciendo memoria de su vida, Pablo
podía decir con toda confianza que “por medio de Dios” él era un apóstol
(Colosenses 1.1; 1ª Corintios 1.1; 2ª Corintios 1.1; Efesios 1.1; etc.).
Los que han recibido la oportunidad de escuchar y
obedecer el evangelio no serán excusados del castigo eterno, debido a que la
providencia se aseguró de que «[Dios] no se dejó a sí mismo sin testimonio»
(Hechos 14.17; 2ª Tesalonicenses 1.7–9). ¡Feliz es el buen corazón que
aprovecha las oportunidades providenciales para obedecer al evangelio de Dios!
A través del día, Dios ofrece al inconverso muchas oportunidades para que se
arrepienta y confiese a Jesús como Señor y Salvador. Sin embargo se mantiene
ciego al llamado, viendo solo lo que quiere ver. “Porque las cosas invisibles
de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación
del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no
tienen excusa.” (Romanos 1: 20)
En toda situación, Dios puede crear eventos que afecten a
las almas perdidas. La providencia de
Dios «abrirá puertas» para que las almas perdidas sean
salvas. Puede que el perdido esté al lado en la cama de hospital y jamás habría
sido presentado a la iglesia del Señor de no haberse enfermado usted. Que Dios
nos use dentro de Sus propósitos providenciales para hacerle ver a todas las
personas que tiene una oportunidad de salvación para cada uno. La actividad providencial de Dios puede abrir
puertas al perdido para presentarle a este la iglesia, al ponerlo a usted en
contacto con el compañero más próximo en una clase de inglés, con el vecino que
acaba de moverse a su comunidad, o con el mejor amigo de su hijo adolescente.
Cualquiera que sea la situación, la providencia de Dios puede «abrir puertas»,
y tenemos que estar listos para entrar por ellas (Apocalipsis 3.8). Dios cumple
sus propósitos a través de nosotros, pero no a nuestra manera, sino como Él
quiera que se haga. El ejemplo claro es Pablo, quien se había propuesto ir a
Roma, sólo que no se esperaba de qué manera llegaría (Romanos 15.29, 32)
La misma providencia actúa sobre buenos y malos. Es
cuestión de cada quien reconocer a Dios detrás de esas bendiciones, o
simplemente rechazarlo. La misma providencia fue demostrada a todos los
israelitas cuando anduvieron por el desierto. Algunos fueron endurecidos
mientras que otros fueron ablandados (Hebreos 3.7, 8; Números 14.30). La lista
es interminable, es decir, todos son confrontados con la misma providencia. Sin
embargo, algunos la reciben con anhelo y otros la rechazan obstinadamente
(Mateo 5.45; Hechos 14.17).
La mano invisible de Dios
Que no comprendamos la providencia divina no quiere decir
que no exista. Los caminos de Dios son misteriosos e incomprensibles (Jeremías
12.1, 2; Job 21.7). Es como un autor desconocido hizo notar: «Los caminos de la
providencia son muy misteriosos; las cosas suceden de la manera más
inexplicable; sin embargo, no es necesario que nos dejemos desconcertar por
ello». Además nos dice Isaías: «Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos…» (Isaías 55.8, 9).
Cierto agricultor piadoso tenía a su esposa sufriendo de
un gran dolor, sin embargo, no podía adquirir el medicamento para aliviarla. Su
único recurso lo constituía un campo que estaba por ser cosechado. Fue al campo
y comenzó a arar y hacer preparativos para la cosecha. Se había quitado sus
zapatos para colocarlos a la orilla del campo cuando dos traviesos niños
deambulaban por el lugar. «Llenémoslos de piedras», dijo uno. El otro contestó:
«No, pongamos un dólar y veamos qué hace cuando lo encuentre». Pusieron el
dinero adentro y se ocultaron. El agricultor vino para ponerse los zapatos y
vio el dólar. Buscó quién lo había colocado allí y no vio a nadie. Cayó sobre
sus rodillas diciendo: «Señor, no sé cómo lo hizo, pero gracias por este dólar
con el que iré a comprarle medicina a mi esposa». ¡Esto muestra que Dios usa lo
simple para llevar a cabo grandes cosas!
El salmo 23 muestra un cuadro de lo que es la providencia
divina. David vivió momentos difíciles antes de ser rey de Israel. Sin embargo,
a pesar de todas circunstancias que parecían en contra suya, mantuvo su
confianza en Dios. Al igual que David, debemos aprender a confiar en que la
providencia nos lleve a través de los peligros de la vida (Salmos 111.3;
145.17; Jeremías 9.24).
Ana fue objeto de la providencia de Dios. Luchó con la
duda y el desconsuelo, sin embargo, estuvo decidida a confiar en el poder de
Dios. Por medio de esa confianza, vio la mano providencial de Dios (1º Samuel
2.6–9). Todo se revela a su tiempo. Recordemos que el plan de salvación a
través de la sangre de Cristo, ya estaba en la mente de Dios antes de la
creación. Para Dios un día son mil años. Vivamos pensando en esto y sabiendo
que, aunque parezca que Dios nada hace, está obrando de manera invisible, pero
eficaz.
Algo más para aprender
Antes de concluir, veamos algunos detalles importantes a
tomar en cuenta acerca de la providencia.
Hay personas que tienen la tendencia a echarle la culpa a
la «voluntad de Dios» o a los «obstáculos providenciales» por la desobediencia
de ellos a la voluntad de Dios. Esto los lleva a conclusiones absurdas.
Conversé una vez con una joven señora acerca de la relación inmoral en la que
se encontraba y de la inconsecuencia de sus actos a la luz de la Biblia, e hizo
este ridículo comentario: «Sé lo que dice la Biblia, pero al ver cómo todo
sencillamente “calza en su lugar”, me convenzo de que la voluntad de Dios es
que yo continúe así». No lograba darse cuenta de que la providencia de Dios se
mueve para abrir los ojos a la obediencia divina, ¡no para excusar la desobediencia!
Además, algunos creen que las enfermedades o la muerte
triunfan sobre Dios y son victoriosas. Sin embargo, la providencia de Dios nos
permite elevarnos por encima de las tragedias del mundo y conquistar todos los
peligros (1ª Corintios 10.13; Apocalipsis 17.14).
La providencia es un refugio a la persona perpleja.
Extiende la esperanza al desesperado por medio de una confianza certera. La
providencia no se oculta; ¡se deja ver claramente! Si observamos sin fe nuestra
vida, nada parecerá tener sentido ni estar ordenado. Sin embargo, si observamos
desde la perspectiva correcta, veremos que todos los eventos caen en su lugar
de forma exacta, ¡y aparecerá ante nosotros una hermosa narración que describe
el cuidado y la consideración del Dios Todopoderoso!
Cuando Pablo y Bernabé dieron el reporte de lo acontecido
en su primer viaje misionero, «… refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios
con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hechos
14.27; cf. 2ª Corintios 9.8–10; Colosenses 4.3, 4). Conocer el alcance de la
providencia, nos ayuda a crecer en nuestra fe hacia Dios. Dejemos que la mano
providencial de Dios actúe en nuestro favor. No debemos hacer nada más que
confiar en Él, y dejar que se haga cargo de todo eso que no entendemos y no
controlamos. Él es Dios. Sabe perfectamente lo que hace.
Vol.32/Enero2014