sábado, 18 de enero de 2014


Creo, ayuda mi incredulidad

Un gran equilibrista se disponía a hacer una de sus más grandes proezas. Estaba justo frente a las majestuosas cataratas del Niágara, y una gran multitud estaba atónita observando. Entonces el artista gritó a la audiencia: “¿Creen que puedo atravesar estas cataratas caminando sobre este cable tensado?” ¡Si! Respondió la multitud eufórica. Y así lo hizo sin ningún inconveniente. Luego volvió a preguntar a la gente: “¿Creen que puedo cruzar de nuevo?” ¡Si! Contestaron emocionados. Y lo volvió a hacer sin ninguna diferencia. Otra vez preguntó el equilibrista: ¿Creen que puedo cruzar, pero esta vez llevando una persona dentro de un carretillo?” ¡Si! Volvió a contestar la multitud. “¿Bueno, entonces quién será el voluntario que irá dentro del carretillo?” Se hizo un completo silencio, tal que solo se escuchaba el agua de las cataratas caer al vacío.
¿Cuántas veces nos encontramos con un gran precipicio al frente nuestro, y creemos que es demasiado profundo y grande como para superarlo? Pongámosle el nombre que queramos. Pérdida de un ser querido, perdida del hogar, hijos descarriados, padres incomprensivos, pareja deficiente, falta de empleo, problemas familiares, problemas con personas del colegio, el trabajo o la universidad, deudas con el banco, deudas con otra persona, etc., etc.  
Creemos que si es posible superar esas dificultades. Pero a la hora de la hora, cuando las tenemos de frente, no estamos tan convencidos de ello. ¿Cómo podemos convencernos de que Dios nos capacitará para superar esa prueba? ¿Cómo podemos estar seguros de que saldremos adelante en esos momentos que sentimos que nuestra fe no da más, que las fuerzas se nos han acabado? La respuesta nos la da el mismo Jesús.

Pasaje base: Marcos 9: 14-29

1.       La escena
-Contexto inmediato: Leyendo unos versículos antes, podemos ver que Jesús, junto con Pedro, Jacobo y Juan habían subido a un monte, donde Jesús se transfiguró frente a sus ojos. Sin duda que esta había sido una experiencia indescriptible para Jesús y sus compañeros.

-Sin embargo al bajar del monte, se encontró con una situación muy trágica.
1.       Había un muchacho sufriendo de los poderes del mal, convulsionando y escupiendo espuma, tirado en el suelo.
2.       Había un afligido y angustiado padre.
3.       Estaban los apóstoles de Jesús  avergonzados y sin saber que hacer.
4.       Estaban los maestros de la ley y los escribas judíos, cuestionando la capacidad para sanar de los apóstoles, y además burlándose de su incapacidad.
5.       Estaba la gente tan absorta en la discusión entre discípulos y fariseos que no habían visto descender a Jesús.
6.       Y por último, estaba el demonio dentro del muchacho, que era el único en la escena que seguía convencido del poder de Jesús.

La molestia de Jesús era natural e inevitable. Muchas veces se había topado con gente incrédula y crítica que no les importaba creer, sólo ver que ganaban o que espectáculo sucedía. Sin embargo su mayor decepción fue ver cómo sus mismos discípulos estaban envueltos en ese ambiente de incredulidad.

2.       El padre
-De entre todo este espectáculo salió un hombre a postrarse a sus pies. Era el padre del muchacho endemoniado. Al ver Jesús su rostro, pudo notar que era un hombre afligido, que había pasado mucho tiempo sufriendo al ver a su hijo en esos ataques demoniacos. Había venido en busca de ayuda, pero en el camino se encontró con una serie de obstáculos que debilitaron su fe, y lo hicieron dudar. Si los analizamos, veremos que son exactamente los mismos obstáculos con los que nos enfrentamos diariamente:
a.       Los demonios que atacan nuestra vida. Ese muchacho no merecía sufrir ese tormento, y sin embargo le estaba pasando. Siempre nos pasa lo mismo. Hacemos todo nuestro esfuerzo por ser cristianos fieles, por no caer en pecado, por hacer buenas obras, por ser puntuales y cumplidores. Y sin embargo nos llegan las pruebas más duras y más difíciles. Entonces es cuando decimos: “¿Por qué a mi? ¿Qué hice para merecer esto?” Y nuestra fe se viene abajo, ya que parece que a Dios no le importa nuestra vida ni nada de lo que hagamos. Además estos demonios nos conocen bien, y atacan nuestros puntos más débiles, se aprovechan de nuestras debilidades, y nos hacen caer. Entonces sentimos culpa, y nos sentimos tan indignos que decidimos mejor alejarnos de Dios y la iglesia.
b.      La ausencia de Jesús. Como dijimos antes, Jesús estaba con tres de sus discípulos en el monte donde de la transfiguración. Esto fue aprovechado por Satanás para sembrar duda en el corazón de este pobre hombre. De igual forma cuando estamos fuera de la presencia de Dios es cuando el enemigo se aprovecha de nuestra fragilidad. Como estamos sin luz, caemos fácil presa de sus trampas. Nos hace sentir mal, desanimarnos, deprimirnos, y nos hace creer que estar tristes y en una constante amargura es la única solución. Sentimos un vacío que sólo Dios puede llenar. Sin embargo el enemigo nos hace creer lo contrario, que podemos llenar ese vacío con falsos dioses. Y así nos hace sentir miserables por el resto de nuestras vidas.
c.       Los fariseos y saduceos burlándose de Dios. Son esa clase de personas que no valoran el mensaje de Dios, que no creen en la necesidad de salvación. Son personas que viven en pecado, y siembran duda en los corazones de los creyentes con teorías absurdas de la evolución, del humanismo, del libre albedrío. Son esas personas que ponen en mal el nombre de Dios, quienes dicen “de que sirve ser cristiano, si son los que viven peor.” Son quienes no creen en Dios, y se burlan de quienes pretenden vivir una vida consagrada a Él.
d.      La multitud que solo observa. De este tipo de personas son la mayoría con que nos topamos, son las que nada más miran, murmuran entre sí, se compadecen de nosotros, pero no hacen nada más. Son como los mirones que se quedan viendo los accidentes y desastres. No ayudan en nada, solo hacen crecer nuestra pena.
e.      La inutilidad de los discípulos. Los supuestos cristianos que hacen cosas que demuestran lo contrario. Muchos se desilusionan por las deficiencias de los cristianos y dejan que esto influya en su fe en Dios. Si bien es cierto que no debemos poner la mirada en los hombres, los cristianos son reflejo de Cristo, y si lo que la gente ve en nosotros no es bueno, a quien desestimarán será a Jesús mismo. Y esto hará muchísimo más difícil que tengan una fe real. No es que seamos perfectos, pero si que llevemos una vida consciente que no vivimos para nosotros sino para Dios.

-Resultado: El padre venía hacia Jesús con una firme fe de que Él podría ayudarle en su necesidad. Pero luego de encontrarse en el camino con todos estos obstáculos, su fe se derrumbó. Antes creía que Jesús era la solución, ahora no estaba convencido de que fuera así. Todos esos obstáculos, y todo ese ambiente de duda provocó que este hombre si acaso alcanzara a decir: “si puedes hacer algo…”
¿Quién de nosotros no se ha sentido igual que ese pobre hombre? Venimos con todas las ganas, llenos de emoción, a los pies de Jesús, para rendir nuestras vidas ante Él. Nos bautizamos, y comenzamos a andar en sus caminos, muy emocionados, creyendo que todo irá bien con Jesús. Sin embargo, empiezan a ocurrir cosas que no nos esperábamos. Cosas terribles, dolores intensos, sufrimientos, la vida se nos vuelve una tortura. Nos levantamos y creemos que todo será mejor, para darnos cuenta de que es peor más bien. Y es en ese momento cuando creemos que no hay solución, porque ya no sabemos qué más hacer. Nos frustramos, nos deprimimos, nos llenamos de amargura, de rencor, de resentimiento, de duda. Y entonces escuchamos nuevamente la voz de Jesús hablándonos, pero nuestra fe se ha hecho tan pequeña, que ya no creemos posible salir de ese oscuro hueco en el que estamos metidos.

La necesidad inmediata: Recuperar la fe
En este punto de la historia, ¿Cuál era la principal necesidad que vio Jesús en ese pobre hombre? Ya no era que su hijo poseído fuera otra vez sano. Ahora, lo que este hombre necesitaba a los ojos de Jesús era RECUPERAR SU FE.
¿Cómo hizo Jesús que este hombre recuperara su fe? ¿Qué debemos hacer nosotros para recuperar nuestra fe? Jesús nos da dos requisitos indispensables:
a.       Con esta frase: “Al que cree todo le es posible”, Jesús dejó muy claro algo. El principal requisito para que Dios actúe en nuestras vidas es que tengamos fe. Porque “…sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11: 6) Pero si venimos ante Él con duda, no perdamos el tiempo porque así no responderá. Una mujer tenía que ir hasta el otro lado de un cerro para llegar al pozo de donde sacaba el agua. Después de leer este pasaje, oró diciendo: “Dios, yo creo, así que por favor, ¡quita ese cerro!”. Cuando levantó la mirada, y vio el cerro ahí todavía, exclamó diciendo: “¡Tal como lo esperaba! ¡Aún está allí!”.
Con esa frase que Jesús le dijo a este hombre: “La sanidad de su muchacho depende de usted, no de mí. Yo puedo hacerlo, ¿Cree usted que yo puedo?” ¿Cree usted hermano que Dios puede? ¿Está convencido de ello, o todavía tiene dudas? Sepa hermano que usted y yo caminamos por la misma cuerda floja sobre ese precipicio, y tenemos exactamente las mismas posibilidades de caer. La diferencia está en si creemos que Dios nos hará pasar sanos y salvos al otro lado, o si dudamos de ello. ¿En qué momento fue que comenzó a hundirse Pedro cuando caminaba sobre el agua? Cuando su fe comenzó a flaquear. Si hubiera seguido confiando en el poder de Jesús, tengamos por seguro que habría llegado hasta sus pies.
Usando la comparación con la semilla de mostaza, Jesús nos enseñó que no importa que tan grande o pequeña sea nuestra fe, porque así del tamaño que sea, puede llegar a ser enorme. Lo importante no es el tamaño de nuestra fe, sino el objeto de ella. ¿Tenemos fe en Jesús, o tenemos fe en el predicador, o en nuestros padres, o nuestros hijos, nuestra pareja, o en nosotros mismos? La única fe verdadera es la que está puesta en Jesús.
b.      El segundo requisito es HUMILLARSE. Es reconocer que por nosotros mismos no podemos hacer nada. Reconocer que no tenemos ni las fuerzas, ni el conocimiento, ni la paciencia, ni el poder de superar esas pruebas. Es reconocer que nada de lo que nosotros pensemos que puede ser la solución realmente lo es. Es reconocer que nadie más puede ayudarnos a superar esos terribles momentos, sino solo Dios. Es como dice Lamentaciones 3, sentarse y callarse, poner la boca en el polvo, y dejar que Dios se haga cargo de todo eso que nosotros no podemos hacer.
“Creo, ayuda mi incredulidad. “ El padre reconoció que su fe era muy pequeña. Reconoció que sabía que Jesús podía hacer algo, pero también reconoció que no estaba del todo convencido. Sabía que Jesús tenía poder para realizar su milagro, pero su confianza en Él no era completa. Todavía tenía duda en su corazón, y necesitaba que Jesús mismo le ayudara a creer. Y cuando hubo reconocido esto, su pequeña medida de fe fue suficiente para que Jesús hiciera su milagro. Ahora sí estaba listo para que Dios actuara.

El poder de Jesús
-Antes de salir, el demonio hizo un último ataque, como el ataque de un animal indefenso cuando está acorralado. El enemigo nunca nos va a dejar así de fácil. Siempre hará un último intento por evitar que nos escapemos de sus garras. Por eso cuando más esfuerzo hacemos por acercarnos a Dios, más difícil se nos hace. Aparecen uno y otro obstáculo. Pero cuando pase eso, tengamos claro que es el ataque cobarde de un adversario que sabe que ha sido vencido.
-Finalmente, el demonio salió. El muchacho recuperó su juicio, y regreso sano a su padre, quien con los ojos llenos de lágrimas, y sus brazos abiertos, recibió de nuevo su felicidad y su paz. La prueba había pasado, la calma había llegado, el sol había salido de nuevo.

Lección extra: el fallo de los discípulos
-Cuando hubo todo pasado, los discípulos le preguntaron a Jesús porqué no habían podido sacar ellos el demonio. “Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.” (Marcos 9: 29). Jesús no les estaba diciendo que antes de hacer el exorcismo debían haber hecho ayuno, ya que eso hubiera requerido al menos un día, y la necesidad era en el momento. Tampoco era que debían haber hecho una oración especial para sacarlo. Lo que Jesús quería decirles era que de alguna forma ellos habían descuidado su vida espiritual, por lo que en ese momento de prueba no estaban en condiciones de usar el poder que Él les había dado. Muy posiblemente, como su fe no estaba firme, puede que incluso se llenaran de orgullo al recibir a este hombre en busca de ayuda. Y recordemos que el requisito para que Dios actúe es HUMILDAD Y FE. Como esto era lo que menos tenían en ese momento, el fallo era inevitable.


Conclusión
-“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.” (1 Pedro 5: 8-9)
Muchos personajes bíblicos, por no decir todos, tuvieron dificultad en su andar con Dios. Elías se desanimó (1 Reyes 19: 10). Jeremías sintió que su labor no tenía fruto (Jeremías 9: 1; 13: 17). Pedro era muy impulsivo, y hablaba sin pensar (Lucas 9: 33). De igual forma todos los hermanos que están a su alrededor también viven momentos de dura prueba, e incluso de duda. No se sienta solo, ni piense que nadie lo puede entender. Acérquese a sus hermanos cristianos, son la mejor compañía en esos momentos.
Volviendo a la historia que conté al principio sobre el malabarista, luego de que la multitud se quedara en completo silencio, de entre ellos salió un niño que fue donde el artista, se subió al carretillo y cruzaron juntos de un lado al otro del precipicio. Este niño era hijo del malabarista. ¿Tiene tal fe usted en su padre, que aún cuando atraviese un precipicio, Él evitará que caiga? ¿Cómo está tu fe?

Niveles de fe
Un escritor hizo una lista de los niveles de fe por los que pasa el ser humano en su relación con Dios.
a.       Fe por experiencia: la fe de los niños, la que proviene de los padres y demás personas que influyen de ellos.
b.      Fe por afiliación: la fe de niños mayores y de muchos adultos, que proviene de afiliarse con quienes tienen fe.
c.       Fe del que busca: del que hace preguntas, del que quiere saber en lo que cree.
d.      Fe propia: fe personal, del que ha cultivado con fe, del que está convencido por sí mismo.
Según dice este hombre, la gran mayoría de las personas no pasa del nivel 2. Ahí se estancan porque creen que no necesitan creer nada más. Y esto se debe a que no quieren humillarse y reconocer que todavía no saben suficiente.

-Para que no nos pase eso mismo en los momentos de prueba, Dios ha puesto en nuestras manos muchas fuentes para constantemente estar alimentando nuestra fe. Y también son recursos que nos darán las fuerzas para seguir luchando hasta obtener la victoria:
a.       Conocimiento. Si no sabemos qué es lo que creemos, es mucho más fácil que nos invada la duda. Para evitar esto, estudiemos la Biblia, leámosla siempre que podamos, escuchemos predicas, clases, estudios. Todo esto nos hará estar más convencidos de que las promesas de Dios, todas ellas, son para nosotros. La Biblia es la fuente de toda verdad, aprovechémosla. 
b.      Acción. No basta con conocimiento. Debe hacerse algo con ese conocimiento. Debemos servir. Aunque nuestra fe sea limitada, aunque no sepamos mucho, debemos hacer algo con lo que ya sabemos. Es por el ejercicio que los músculos crecen. Levántese de esa banca dura, y comience a hacer algo por poner en práctica todo lo que ha aprendido. Comience por ejemplo haciendo algo para que esa banca ya no sea tan dura.c.       Evitar y confiar. Es nuestra tarea diaria evitar lo que destruye la fe, malas compañías, fuentes de duda del mundo, todo lo que incentive carnalidad. No descuidemos aún las cosas que parecen inofensivas. Pero no basta con limpiar el terreno, hay que cultivarlo, busque lo que le hace crecer, como congregarse, estar con gente que aliente nuestra fe, llenarnos de pensamientos buenos y positivos. Acercarnos a Dios, tener una relación intima con Él mediante la constante oración. Y permitirnos escuchar su voz.
c.       Evitar y confiar. Es nuestra tarea diaria evitar lo que destruye la fe, malas compañías, fuentes de duda del mundo, todo lo que incentive carnalidad. No descuidemos aún las cosas que parecen inofensivas. Pero no basta con limpiar el terreno, hay que cultivarlo, busque lo que le hace crecer, como congregarse, estar con gente que aliente nuestra fe, llenarnos de pensamientos buenos y positivos. Acercarnos a Dios, tener una relación intima con Él mediante la constante oración. Y permitirnos escuchar su voz.

Kenneth Matarrita A. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario