miércoles, 29 de enero de 2014

 La providencia divina


Como todos los días, salgo de mi casa, y camino el trayecto hacia la parada del bus donde cada día, entre 1 y 130, me subo en el que me lleva a San José centro. Pero este día en especial es muy importante para mí llegar temprano al trabajo, ya que hay una reunión del departamento, y debo estar puntual. Justo cuando voy llegando a la parada veo venir el bus que necesito. “Qué bien, justo a tiempo.” Al bajarme del bus, camino 100 metros a la siguiente parada donde tomo el siguiente bus que va hacia Santa Ana. Y en ese mismo instante que voy llegando, de nuevo veo ahí ya parqueado el bus que necesito. “Hoy es mi día de suerte.” Y así, gracias a Dios llego a tiempo a la reunión, y hasta con tiempo de sobra.
Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia, en otro país, un muchacho va de camino a la parada del bus donde cada día, igual que yo, toma el que lo llevará a su trabajo. Y justo cuando va llegando a la parada, lo ve pasar de largo. “Qué desgracia. Voy a llegar tarde.” En eso suena un estallido que hace retumbar el suelo debajo de sus pies. Asombrado vuelve a ver en dirección de donde venía tal estruendo. Cual no sería su sorpresa al ver que el bus que lo había pasado de largo, acababa de colisionar violentamente contra un tráiler que no hizo el alto. La imagen es impactante, el bus ardiendo en llamas, mientras las personas que han quedado con vida luchan desesperadamente por escapar de ese infierno.
Esta imagen ciertamente es ficticia. Sin embargo la utilizo para ejemplificar un fenómeno que todas las personas, sean creyentes o no, han experimentado en sus vidas. No son milagros o eventos sobrenaturales, ya que nada extraordinario o fuera de lo normal ocurre. No baja una mano desde el cielo a mover las cosas de su lugar. Todo a simple vista parece exactamente igual. Sin embargo, luego de que los eventos han pasado, nos damos cuenta de que algo misterioso ocurrió a nuestro favor. Pero no sabemos que fue.
Los seres humanos siempre han tratado de explicar el porqué de todo lo que pasa en nuestra vida, todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Buscan un responsable de los eventos ordinarios y extraordinarios de nuestra existencia. Por ejemplo, los griegos decían que la vida del ser humano estaba en las manos de tres mujeres, llamadas Cloto, Láquesis y Átropo, las cuales tenían entre sus manos un hilo que representa la vida de cada persona. La primera lo tejía, la siguiente lo medía, y la última lo cortaba.
Hoy en día se usan palabras como “destino”, “casualidad” o “suerte” para explicar los giros inesperados de la vida. Si una persona va por la calle, y se encuentra por el camino un billete de 50 mil colones, es suerte, y a la vez casualidad, ya que sin planearlo, pasó justo donde estaba ese billete. El destino la puso en el momento y el lugar correcto. Ese es el discurso de gran cantidad de personas.
Sin embargo, como creyentes que somos, sabemos que las casualidades no existen, ni la suerte, ni el destino. El responsable de estas cosas es Dios, y lo que mueve los eventos a nuestro favor se llama Providencia Divina.
El poeta, William Cowper, durante un ataque de melancolía, tomó la decisión de ahogarse en el Támesis. Le ordenó al cochero que lo llevara al puente Blackfriars. Extrañamente, el hombre condujo por todo Londres, pero debido a la densa neblina, no pudo encontrar el puente. Durante el recorrido, el temperamento de Cowper cambió y le dio instrucciones al conductor de que lo llevara a casa. Cuando llegó a su habitación, tomó un bolígrafo y compuso el himno que alaba la providencia de Dios, «Dios se mueve de forma misteriosa; al realizar Sus maravillas;…».


Cuando Dios interviene a nuestro favor
La providencia divina es la única explicación a los giros inesperados de la vida. Dios controla los eventos que ocurren en el Universo, de manera que Su voluntad se cumpla. No debería ser algo difícil de entender y aceptar, ya que sabiendo que nuestro Señor fue el Creador y único responsable de todas las cosas que hoy existen tal como son, con su infinito poder, su incomparable sabiduría y conocimiento, y su absoluta y definitiva soberanía, y completo dominio sobre todo lo que ocurre, aún el movimiento de las hojas, y la marea de los mares, lo más lógico sería ver en Él como el que mueve las cosas a nuestro favor. Sin embargo la verdad es que pocas personas lo ven así, aún entre muchos que se congregan y asisten a una iglesia. La providencia divina, lamentablemente es poco conocida.
Para poder comprender mejor como funciona la providencia de Dios, primero estudiemos un poco de qué manera trabaja. Primero que nada, no es una suspensión de las leyes de la naturaleza, ni una intervención directa de Dios, ya que esto entra en la categoría de milagro. Es un tema aparte.
La providencia puede decirse que es la influencia oculta de Dios sobre su creación. No podemos predecir de qué manera Dios intervendrá, pero luego cuando hemos visto lo que ha pasado, podemos darnos cuenta de que hubo intervención de Dios en el resultado final.
Muchos casos en nuestras vidas personales podemos poner de ejemplo de la intervención divina a nuestro favor. Por ejemplo, cuando por un segundo que nos atrasamos al caérsenos las llaves, eso evita que un auto nos atropelle. O cuando sin saber por qué la muchacha que pretendíamos se casó con otro, y en nuestro sufrimiento por lo que pensamos que perdimos, conocimos a otra muchacha que resulta mucho mejor esposa de lo que la otra hubiera sido. Esto por poner un par de ejemplos. Otros más podrían ser que se nos ponchó la llanta del auto, nos rechazaron la solicitud de la Universidad, no conseguimos este trabajo, etc.
Lo que muchos llaman suerte o casualidad, no es otra cosa que la providencia divina, ya que todo en este Universo está bajo el soberano control de Dios. Nada se escapa de sus manos.
La providencia se basa en dos características de Dios: Una es que Él es justo en todo lo que hace (Salmos 111.3; 145.17; Jeremías 9.24), o sea que todo lo que hace es correcto y bueno. Como es un Dios santo y puro, no hay en Él posibilidad alguna de hacer algo por motivos egoístas o malévolos. Por naturaleza todo lo que hace es bueno. Desde el principio, en la creación, quedó claro que esto era así (Génesis 1: 31).
La segunda característica de Dios que genera su providencia hacia nosotros, es su gran amor por el hombre, que lo lleva a influenciar la vida de este para bien (Salmos 37.23). Como Dios es el que gobierna, Él está al tanto incluso de nuestros pasos más pequeños. Es por medio de la providencia que Dios puede cuidar del hombre (Jueces 14.4a). Su más grande prueba de amor fue mostrada en la cruz hace más de dos mil años. Dios movió cada uno de los eventos en ese momento para que la muerte expiatoria de Cristo fuera todo un éxito, en favor de la humanidad que había vivido, y la que estaba por venir.
Pero la providencia divina tiene un propósito fundamental. Dios ordena las cosas a nuestro alrededor y ordena las circunstancias de la vida de tal manera que seamos motivados a seguir la voluntad divina (Proverbios 20.24). Al actuar de esta manera tan benévola y amorosa, Dios nos demuestra que está interesado en su creación, a tal punto que siempre le provee de lo necesario para subsistir, ordena las cosas, las sustenta, las cuida, de una forma que sólo Él sabe hacerlo. Y lo más maravilloso es que lo hace así por cada persona que vive, aún la que vive en la más obstinada rebeldía hacia Él. Porque le ama, le permite despertar cada mañana, le da aire para respirar, un suelo sobre el cual caminar, un trabajo al cual ir, una familia con la cual vivir. Todo esto es acción directa de Dios en nuestras vidas. Sólo que pocas veces reconocemos que es así.
No sabemos cómo es que funciona la providencia. Pablo mismo no sabía cómo funcionaba la providencia. “Porque quizás para esto se apartó de ti por algún tiempo…” (Filemón 15). Sólo sabemos que sí lo hace. Y también sabemos que esta no falla. Así de grande y bueno es nuestro Dios.

Características de la providencia divina
1.       Es lo suficientemente fuerte como para resolver cualquier dificultad (Romanos 8.28; Hechos 21.14; 1ª Corintios 4.19; 16.7).
Pablo es el primer testigo de la providencia divina manifestada a su favor de tantas formas que no podría siquiera numerarlas. Por su confianza en la providencia divina fue que pudo escribir los versículos siguientes a Romanos 8: 26, hasta el versículo 39. A pesar de todos los ataques de Satanás, y aún cuando muchas veces podría parecer que este estaba ganando la batalla, Pablo vio el control soberano de Dios sobre lo que pasaba. En Filipenses 1.12, 16, 19, leemos acerca de la confianza certera que él tenía en el cuidado providencial de Dios. Tenía la plena certeza que pasara lo que pasara, los propósitos de Dios siempre iban a cumplirse. Nada en la vasta creación tiene ni tendrá suficiente poder jamás para detener la maquinaria divina.
En cierta ciudad antigua había una gran catedral que tenía un sorprendente vitral. Su fama se había esparcido en el extranjero. De muy lejos, la gente realizaba peregrinajes para contemplar el esplendor de la obra maestra de arte. Un día, una gran tormenta quebró la ventana y esta cayó sobre el piso de mármol y se hizo pedazos. Grande fue el dolor de la gente que quedó privada de su más gloriosa obra de arte. Recogieron los fragmentos, los juntaron en un cajón y los llevaron al sótano del edificio de la iglesia. Cierto día, un extraño vino con el deseo de ver la hermosa ventana. Se le informó de lo sucedido. Preguntó qué había sido de los fragmentos y le mostraron las piezas rotas de vidrio. «¿Les importaría dármelos?», preguntó. «Lléveselos; a nosotros no nos sirven», fue la respuesta. El visitante levantó la caja cuidadosamente y se la llevó. Pasaron semanas y cierto día los custodios de la catedral recibieron una invitación. Provenía de un famoso artista, conocido por su maestría en la artesanía del vidrio. Los invitaba a su estudio para que inspeccionaran un vitral. Cuando los llevó a su estudio les mostró un gran lienzo. Con un toque de sus manos, el lienzo cayó. Ahí, ante sus miradas de asombro, brillaba un vitral que sobrepasaba en belleza todo lo que habían visto antes. Mientras contemplaban su rico matiz, sus maravillosos diseños e ingeniosa habilidad, el artista dijo: «Esta ventana he hecho de los fragmentos de su ventana rota. Pueden llevársela y colocarla de nuevo en la catedral». Una vez más, un gran ventanal derramaba su hermosa luz en los oscuros pasillos de la vieja catedral. Sin embargo, el esplendor de la nueva ventana sobrepasaba la gloria de la vieja ventana. La fama del retorno de la ventana llenó la tierra.
Esta es la forma maravillosa de trabajar de nuestro Señor. Cuando parece que nada puede ser peor, cuando lamentamos como han cambiado las cosas, y preguntamos porqué son así, en ese instante, en el punto de más duda para nosotros, se manifiestan los propósitos verdaderos de Dios. Y resulta ser que el resultado obtenido es muchísimo mejor de lo que hubiera sido si esa situación difícil no hubiera ocurrido. Sé hermano que sabe muy bien de lo que hablo. Cuando tuvo por mucho tiempo soportar un trabajo cansado y sin provecho, y que incluso estuvo a punto de renunciar, para que de la nada se presentara frente suyo un puesto mucho mejor de lo que habría conseguido si hubiera renunciado. Este es uno de muchísimos ejemplos. Pablo tenía la plena confianza de que aún cuando pasara momentos muy difíciles, estos eran guiados providencialmente por Dios para un resultado muchísimo mejor de lo que hubiera sido. La gloria de lo nuevo sobrepasaría en extremo la gloria de lo viejo.
Algo sí debe quedar muy claro. No siempre esas respuestas llegan en esta vida. Muchas veces, por no decir todas, no lograremos encontrar explicación a la muerte prematura de un ser amado. Estas respuestas nos esperan al otro lado de esta vida. Y lo que nos debe motivar a seguir luchando y seguir confiando en Dios, es saber que aún ese evento tan desastroso ocurrió porque Dios tenía un propósito para ello. Sólo debemos confiar.

2.       La providencia actúa incluso sobre los eventos ordinarios de la existencia sobre la tierra.
Pablo tenía la plena confianza de que Dios guiaba las circunstancias diarias «… porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (2.13; cf. Filipenses 2.27; Hechos 14.7; 1ª Tesalonicenses 3.11).
Nuestra confianza en la providencia está en el conocimiento que tenemos de Dios. Si estamos convencidos de que Dios está a cargo de todo, y además sabemos que todo lo que hace es para nuestro bien. Si estamos seguros de que todo lo que Él hace es bueno, y de que todo lo que ocurre es por un propósito que está en la mente de Dios, no buscaremos otro responsable para los eventos de nuestra vida más que al Señor. Ni la casualidad, ni la suerte han de estar ni en nuestro pensamiento ni en nuestro vocabulario, ya que sabemos que todo está bajo el mando soberano de nuestro Dios.
Cierto agricultor, fatigado y sudoroso por el arado, tomó su descanso debajo de un nogal. Miró sus parras de calabazas y se dijo a sí mismo: «¡Qué extraño que Dios ponga calabazas tan grandes y pesadas en una parra tan frágil con tan poca fuerza que tiene que arrastrarse por el suelo!». Luego mirando hacia las ramas del árbol, agregó: «¡Qué extraño que Dios ponga nogales tan pequeños en árboles tan grandes con ramas tan fuertes que pueden sostener a un hombre!». Justo en ese momento, una corriente de aire arrancó un nogal del árbol. El cansado agricultor dejó de cuestionarse y se frotó la cabeza arrepentido y dijo: «¡Qué bueno que no era una calabaza la que estaba arriba!».
Existe la tendencia de decir que las cosas ocurren simplemente porque sí. Pero esa no es la respuesta correcta. Todo tiene un debido propósito por el cual es como es, y que las cosas ocurran como ocurran. Dios todo lo hace bueno y con un debido orden y propósito. Nuestra confianza en la providencia divina debe provocarnos paz y no temor. Confiar en maravilloso Dios que nos ama, y que todo lo controla. Aún el granito de arena que cae al agua de un río, está siendo vigilado por Dios en su caída. ¿No es esto algo que nos provoque tranquilidad? “Si Dios es por nosotros, ¿quién podrá contra nosotros?” (Romanos 8: 31)

3.       La providencia ofrece oportunidades al hombre errado para que obedezca a Dios y le siga.
Pablo sabía que la providencia había sido la que dirigió su vida e instrucción religiosa durante sus años mozos. Esta formación temprana lo había preparado para su papel apostólico. Haciendo memoria de su vida, Pablo podía decir con toda confianza que “por medio de Dios” él era un apóstol (Colosenses 1.1; 1ª Corintios 1.1; 2ª Corintios 1.1; Efesios 1.1; etc.).
Los que han recibido la oportunidad de escuchar y obedecer el evangelio no serán excusados del castigo eterno, debido a que la providencia se aseguró de que «[Dios] no se dejó a sí mismo sin testimonio» (Hechos 14.17; 2ª Tesalonicenses 1.7–9). ¡Feliz es el buen corazón que aprovecha las oportunidades providenciales para obedecer al evangelio de Dios! A través del día, Dios ofrece al inconverso muchas oportunidades para que se arrepienta y confiese a Jesús como Señor y Salvador. Sin embargo se mantiene ciego al llamado, viendo solo lo que quiere ver. “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” (Romanos 1: 20)
En toda situación, Dios puede crear eventos que afecten a las almas perdidas. La providencia de
Dios «abrirá puertas» para que las almas perdidas sean salvas. Puede que el perdido esté al lado en la cama de hospital y jamás habría sido presentado a la iglesia del Señor de no haberse enfermado usted. Que Dios nos use dentro de Sus propósitos providenciales para hacerle ver a todas las personas que tiene una oportunidad de salvación para cada uno.  La actividad providencial de Dios puede abrir puertas al perdido para presentarle a este la iglesia, al ponerlo a usted en contacto con el compañero más próximo en una clase de inglés, con el vecino que acaba de moverse a su comunidad, o con el mejor amigo de su hijo adolescente. Cualquiera que sea la situación, la providencia de Dios puede «abrir puertas», y tenemos que estar listos para entrar por ellas (Apocalipsis 3.8). Dios cumple sus propósitos a través de nosotros, pero no a nuestra manera, sino como Él quiera que se haga. El ejemplo claro es Pablo, quien se había propuesto ir a Roma, sólo que no se esperaba de qué manera llegaría (Romanos 15.29, 32)
La misma providencia actúa sobre buenos y malos. Es cuestión de cada quien reconocer a Dios detrás de esas bendiciones, o simplemente rechazarlo. La misma providencia fue demostrada a todos los israelitas cuando anduvieron por el desierto. Algunos fueron endurecidos mientras que otros fueron ablandados (Hebreos 3.7, 8; Números 14.30). La lista es interminable, es decir, todos son confrontados con la misma providencia. Sin embargo, algunos la reciben con anhelo y otros la rechazan obstinadamente (Mateo 5.45; Hechos 14.17).

La mano invisible de Dios
Que no comprendamos la providencia divina no quiere decir que no exista. Los caminos de Dios son misteriosos e incomprensibles (Jeremías 12.1, 2; Job 21.7). Es como un autor desconocido hizo notar: «Los caminos de la providencia son muy misteriosos; las cosas suceden de la manera más inexplicable; sin embargo, no es necesario que nos dejemos desconcertar por ello». Además nos dice Isaías: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos…» (Isaías 55.8, 9).
Cierto agricultor piadoso tenía a su esposa sufriendo de un gran dolor, sin embargo, no podía adquirir el medicamento para aliviarla. Su único recurso lo constituía un campo que estaba por ser cosechado. Fue al campo y comenzó a arar y hacer preparativos para la cosecha. Se había quitado sus zapatos para colocarlos a la orilla del campo cuando dos traviesos niños deambulaban por el lugar. «Llenémoslos de piedras», dijo uno. El otro contestó: «No, pongamos un dólar y veamos qué hace cuando lo encuentre». Pusieron el dinero adentro y se ocultaron. El agricultor vino para ponerse los zapatos y vio el dólar. Buscó quién lo había colocado allí y no vio a nadie. Cayó sobre sus rodillas diciendo: «Señor, no sé cómo lo hizo, pero gracias por este dólar con el que iré a comprarle medicina a mi esposa». ¡Esto muestra que Dios usa lo simple para llevar a cabo grandes cosas!
El salmo 23 muestra un cuadro de lo que es la providencia divina. David vivió momentos difíciles antes de ser rey de Israel. Sin embargo, a pesar de todas circunstancias que parecían en contra suya, mantuvo su confianza en Dios. Al igual que David, debemos aprender a confiar en que la providencia nos lleve a través de los peligros de la vida (Salmos 111.3; 145.17; Jeremías 9.24).
Ana fue objeto de la providencia de Dios. Luchó con la duda y el desconsuelo, sin embargo, estuvo decidida a confiar en el poder de Dios. Por medio de esa confianza, vio la mano providencial de Dios (1º Samuel 2.6–9). Todo se revela a su tiempo. Recordemos que el plan de salvación a través de la sangre de Cristo, ya estaba en la mente de Dios antes de la creación. Para Dios un día son mil años. Vivamos pensando en esto y sabiendo que, aunque parezca que Dios nada hace, está obrando de manera invisible, pero eficaz.

Algo más para aprender
Antes de concluir, veamos algunos detalles importantes a tomar en cuenta acerca de la providencia.
Hay personas que tienen la tendencia a echarle la culpa a la «voluntad de Dios» o a los «obstáculos providenciales» por la desobediencia de ellos a la voluntad de Dios. Esto los lleva a conclusiones absurdas. Conversé una vez con una joven señora acerca de la relación inmoral en la que se encontraba y de la inconsecuencia de sus actos a la luz de la Biblia, e hizo este ridículo comentario: «Sé lo que dice la Biblia, pero al ver cómo todo sencillamente “calza en su lugar”, me convenzo de que la voluntad de Dios es que yo continúe así». No lograba darse cuenta de que la providencia de Dios se mueve para abrir los ojos a la obediencia divina, ¡no para excusar la desobediencia!
Además, algunos creen que las enfermedades o la muerte triunfan sobre Dios y son victoriosas. Sin embargo, la providencia de Dios nos permite elevarnos por encima de las tragedias del mundo y conquistar todos los peligros (1ª Corintios 10.13; Apocalipsis 17.14).
La providencia es un refugio a la persona perpleja. Extiende la esperanza al desesperado por medio de una confianza certera. La providencia no se oculta; ¡se deja ver claramente! Si observamos sin fe nuestra vida, nada parecerá tener sentido ni estar ordenado. Sin embargo, si observamos desde la perspectiva correcta, veremos que todos los eventos caen en su lugar de forma exacta, ¡y aparecerá ante nosotros una hermosa narración que describe el cuidado y la consideración del Dios Todopoderoso!

Cuando Pablo y Bernabé dieron el reporte de lo acontecido en su primer viaje misionero, «… refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hechos 14.27; cf. 2ª Corintios 9.8–10; Colosenses 4.3, 4). Conocer el alcance de la providencia, nos ayuda a crecer en nuestra fe hacia Dios. Dejemos que la mano providencial de Dios actúe en nuestro favor. No debemos hacer nada más que confiar en Él, y dejar que se haga cargo de todo eso que no entendemos y no controlamos. Él es Dios. Sabe perfectamente lo que hace.

Vol.32/Enero2014

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