lunes, 2 de septiembre de 2013

CUANDO BUSCO MÁS DE DIOS "MÁS PROBLEMAS VIENEN"

Compartido por: Álvaro Loría


Durante mi más de dos décadas y media de haberle entregado mi vida a Dios y vivir para Él he escuchado repetidamente esta frase: “Cuando busco más de Dios, más problemas vienen a mi vida” y terminan la frase con una pregunta: “¿Por qué?”.
Realmente no sé en qué momento de la historia relacionamos la cantidad de problemas que nos vienen con el hecho de estar más cerca de Dios, es decir: Cómo fue que comenzamos a pensar que si me acerco más a Dios más problemas me vendrán.
Y es que esto es una constante en muchas personas que al verse en situaciones difíciles relacionan que sus problemas vienen por el hecho de “quererse meter más con Dios”, “buscar más de Dios”, “estar más consagrado a Dios”, etc.
Hoy quiero desvirtuar esta mentira que en mi opinión viene de un pensamiento lanzado por el enemigo, porque, ¿En qué cabeza fría puede caber la idea que estando cerca de Dios más problemas nos vendrán?, en pocas palabras y viéndolo de otro modo: “No te metas mucho con Dios porque te ira mal”, ¿Es eso lo que creemos?, y no me digas que no, porque todo el que dice: “Entre más me meto con Dios, más problemas me vienen”, lo que estás transmitiendo es que estar cerca de Dios no es bueno.
Comencemos por analizar el porqué de esa frase, por qué decimos o pensamos que entre más nos acercamos a Dios más problemas nos vienen:
Yo opino que ese pensamiento además de provenir de una artimaña del enemigo para hacernos pensar que no debemos acercarnos mucho a Dios, también es el resultadode NUESTRAS EXPECTATIVAS.
Es decir: Cuando nos acercamos a Dios pensamos que nada nos puede pasar, que no vendrán problemas, que todo se solucionará rápidamente, pero la realidad es que NO siempre pasa eso, y es que el hecho de acércanos a Dios no nos da la total seguridad que las cosas que estamos viviendo se solucionaran o que por alguna razón desaparecerán en un instante. Entonces el hecho de creer que TODO se solucionará nos hace estar a la expectativa de las cosas y más sensibles a detectar problemas y esto es porque tenemos grandes expectativas, esperamos que pasen muchas cosas, pero ¿Qué tal si no pasa nada?, ¿Qué tal si todo sigue igual o peor?, ¿Acaso es culpa de Dios?, la mayoría de problemas que enfrentamos son consecuencias de nuestras malas decisiones, son consecuencias de nuestros errores y lastimosamente nosotros terminamos echándole la culpa a Dios por lo que nos pasa, cómo que si Él nos obligo a tomar ciertas decisiones equivocadas que tomamos.
¿Qué le pasa a un persona que no está y no quiere estar cerca de Dios?, simplemente no espera mucho en su vida, es decir no espera que pasen grandes cosas, ¿Está enfrentando problemas?, definitivamente y problemas muy grandes, pero como no espera que grandes cosas pasen en su vida, simplemente se acostumbra a esos problemas sin echarle la culpa a nadie. En cambio un cristiano que busca a Dios quiere que todo se le resuelva, entonces al no recibir rápidamente las respuestas que busca opta por creer que ahora que se ha acercado a Dios, “más problemas le vienen”, y no es que le vengan más, sino que él está más sensible a los problemas y expectante a que desaparezcan.
Amados hermanos y hermanas, debemos estar consientes que diariamente enfrentaremos toda clase de problemas que pondrán a prueba nuestra fe, el hecho que seas cristiano o te acerque más a Dios no significa que los problemas van a desaparecer, lo que significa es que ahora tienes a Dios de tu lado, quien esta dispuesto a fortalecerte en medio de toda tormenta que te toque enfrentar.
Hay momentos en donde Dios no va a solucionar los problemas que tu quieres que solucione, sino que Él te va a fortalecer y proveer lo necesario para que salgas adelante en esa batalla, no esperes que las cosas desaparezca de la noche a la mañana, hay cosas que simplemente tienes que enfrentar, cosas que son consecuencias que tienes que sobrellevar, pero lo lindo de todo es que Dios está y estará de tu lado.
No pienses que entre más te acercas a Dios más problemas te vienen porque esa es una mentira del enemigo, porque entre más te acercas a Dios, más fortalecido y fuerte deberías estar para enfrentar todo lo que haya que enfrentar, porque Dios te ha hecho un victorioso, por lo tanto con su ayuda puedes vencer.
Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” Juan15:5 (Reina-Valera 1960). En pocas palabras Dios quiere que estemos cerca de Él.
El apóstol Pablo reconoció que solo estando con el Señor podemos vencer: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Filipenses 4:13 (Reina-Valera 1960). Ojo en este versículo a la frase: “en Cristo”, es decir: “estando en Él o cerca de Él”.
Hoy te invito a que busques más de Dios, problemas siempre habrán mientras estemos en esta tierra y con este cuerpo corruptible, pero estando cerca de Dios los problemas son solucionables, Dios ha de estar contigo en cada momento como lo prometió y no te dejará, por lo tanto estar cerca de Dios es una garantía de victoria final.
No te dejes engañar por las mentiras del enemigo quien te quiere hacer pensar que es mejor estar lejos de Dios en lugar de cerca, porque estando lejos de Dios estarás más propenso a caer en las garras del devorador, la Biblia dice: “¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar.” 1 Pedro 5:8 (Nueva Traducción Viviente).
Es hora de acercarnos a Dios, de buscarlo con todo nuestro corazón, de no permitir que las circunstancias de la vida nos hagan pensar cosas equivocadas, al contrario, nuestra fe tienen que mantenerse firme a pesar de cualquier situación, porque Dios prometió hacer cosas maravillosas entre nosotros.
¡Estar cerca de Dios es lo mejor!
“Un solo día en tus atrios,
¡es mejor que mil en cualquier otro lugar!
Prefiero ser un portero en la casa de mi Dios
que vivir la buena vida en la casa de los perversos.
Pues el Señor Dios es nuestro sol y nuestro escudo;
él nos da gracia y gloria.
El Señor no negará ningún bien
a quienes hacen lo que es correcto.
Oh Señor de los Ejércitos Celestiales,
qué alegría tienen los que confían en ti.”
Salmos 84:10-12 (Nueva Traducción Viviente)

Meditación escrita por: Enrique Monterroza

COMO USAR EL PADRENUESTRO EN ORACIÓN

Por: Carlos Ulate


El Padrenuestro es la guía perfecta para orar todos los días. El siguiente es un ejemplo de oración. Se presenta sencillamente con el objetivo de dar una idea. No es para ser repetido como oración suya, pues cada uno debe sacar de su corazón las palabras que desea decirle a Dios. Cada frase es un filón riquísimo de ideas acerca de Dios las cuales necesitamos explotar hasta quedar llenos de Su presencia allá en la intimidad, cuando estamos en el aposento después de haber cerrado la puerta y habernos postrado como es digno de Aquel con quien vamos a entablar una conversación.


Padre nuestro...
Llamarte Padre es un grandísimo privilegio para mí. Te doy gracias por Jesús que me invitó a invocarte con esta palabra que refleja un vínculo de intimidad tan profunda. Gracias por haberme hecho hijo Tuyo en tu Hijo Jesús.


… que estás en los cielos, ...
Tu presencia en todo lugar me deja asombrado. Estás en los cielos, es decir, estás aquí, allá y más allá. Todo lo invade Tu presencia. Este conocimiento es demasiado maravilloso para mí. Significa que no se te escapa nada. Estás perfectamente al tanto de todo lo que está sucediendo en los rincones más lejanos y más cercanos de la creación. Es como dijo Salomón: “¡Los cielos de los cielos no te pueden contener!”.


… santificado sea tu nombre....
Padre, tu nombre es santo. Significa que Tú mismo estás aparte, que moras en luz inaccesible, donde Tu santidad produce una sobrecogedora reverencia que obliga a los presentes a postrarse, del mismo modo que estoy postrado yo para santificarte, esto es, para dirigirme a ti con sumo respeto y con el conocimiento suficiente de lo puro y perfecto.


… Venga tu reino....
Padre, estoy dispuesto a ceder para que el gobierno de mi vida lo tengas Tú. Es Tu reino el que ha de prevalecer en mis pensamientos, mis palabras y mis actos. Mereces reinar en mi vida porque tu me hiciste para tu gloria, y solamente por el accionar del Espíritu Santo es posible que se cumpla el ideal de Tu reino en mi vida. Definitivamente, ya no se trata de mí, se trata de Ti.


… Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra ...
Padre, al pedir que se haga tu voluntad, ayúdame a darme cuenta de lo que estoy pidiendo.No sé que me deparará Tu voluntad en este día, pero lo que sea que me depare, te pido que me ayudes a estar preparado. Lo que sea que hoy me suceda, quiero estar dispuesto a recibirlo como Tu voluntad. Es muy fácil decírtelo, pero debo aceptarlo porque Tu voluntad siempre es lo mejor para mí, aunque no sea de mi gusto en el momento.


... El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy....
Padre, me he pasado toda la vida preocupándome por el mañana. Me ha costado darme cuenta de que el mañana no me pertenece, que el mañana es Tuyo. Por esta razón voy a contentarme el día de hoy, con el pan de hoy y asimismo con el vestido, el calzado y el techo de hoy. Las cosas que voy a necesitar mañana, mejor no te las pido, porque ni siquiera sé si voy a estar vivo para disfrutarlas. Ayúdame a entender que lo que importa es el presente.


...Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores....
Al pedirte que me perdones mis pecados, estoy consciente de que esto solo será posible en la medida que yo perdone a los que han pecado contra mí. Por lo tanto te pido que me limpies mi corazón de lo que siento contra esas personas. Sé que nada puedo esconder de Ti. Te pido que me ayudes a descubrirlo y a ser totalmente sincero, aceptando delante de Ti, lo que estés viendo que debe cambiar. Hay cosas que yo mismo no me he perdonado, y por eso te pido desde lo más hondo de mi ser, que me ayudes a tomar esa decisión. ¿Quién soy yo para no perdonarme las cosas que ya Tú me perdonaste?


… Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal;...
En este día no quisiera caer en las tentaciones de siempre. Reconozco que es muy fácil para mí ceder a la tentación y comportarme de maneras que después me avergüenzan delante de Ti. En lo más íntimo de mi corazón, yo no deseo pecar, pero soy débil, por eso te pido que en todo momento me ayudes a discernir claramente lo que me está pasando, porque no quiero seguir siendo acusado por mi conciencia. También, Padre, ten en cuenta que vivo rodeado del mal, mal de todas clases, y soy vulnerable a muchos ataques del enemigo. Ayúdame a entender que hay muchas cosas que yo no controlo y que las debo dejar a Ti. ¡Tú sí puedes librarme del mal!


…. porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Padre, termino mi oración reconociendo, como al principio, que eres el Supremo Dios, el Todopoderoso, a Ti pertenecen el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Nadie puede disputarte esa posesión. Toda potestad en los cielos y en la tierra es tuya y la has cedido a Tu Hijo Jesús el Cristo, en cuyo nombre he orado. ¡Amén!


La anterior oración es un ejemplo de cómo podemos aplicar aquella exhortación de Cristo, cuando dijo: “Vosotros, pues, oraréis así…”. ¿No le parece maravilloso que Jesús nos haya indicado cómo orar? Sigamos Su indicación, pongámosla en práctica. ¡Estemos seguros de que habrá respuestas!

REBATIENDO LAS DOCTRINAS DEL ENGAÑO, PARTE 1

Por: Esteban Delgado 


Evolución, evolu-ción. ¿Cuántas veces quiso usted saber cómo contestarle a alguien que le dijo que Dios no existe porque la evolución nos hizo lo que somos? Si nunca encontró la forma para combatir las falsedades de los seguidores de la “evolución” entonces este estudio le será de gran provecho. Analizaremos de forma científica cómo rebatir el concepto de “evolución espontánea” usando la misma ciencia que los ateos creen tan superior a la fe. Después revisaremos cómo la creación no pudo ser producto de la casualidad y cómo Dios se vuelve indispensable para la existencia. Finalmente, veremos cómo incluso la filosofía misma desmiente el concepto del ateísmo al demostrar que la existencia no es independiente de Dios.

¿Evolución?
El resolver todos nuestros problemas con la pala-bra evolución, equi-vale a declarar la propia ignorancia.
Anscombe

¿Existe la evolu-ción? ¿Realmente puede un organismo cambiar de es-pecie de forma espon-tánea, o es necesaria la intromisión de una inteli-gencia externa que mani-pule la genética de los seres vivos? Los gobiernos del mundo han hecho un gran esfuerzo por convencer a la población de que la evo-lución es real y que no hace falta la presencia de un Dios o de alguna entidad su-perior para la existencia humana. Si lo pensamos detenidamente, en la ac-tualidad hay demasiada habladuría pseudo-cientí-fica sobre el tema de la “evolución”, la cual es tomada a cargo por gente que no son científicos sino aficionados, que creen que por haber descartado la existencia de Dios en sus vidas automáticamente lo borran de la realidad. Esto que ha llevado a una innumerable cantidad de individuos -faltos de razo-namiento a todas luces- a creer en toda la sarta de falsedades que se les cuentan en la clase de “ciencias” sin siquiera cuestionar si lo que les dicen es correcto. Comen-cemos por lo básico:
 La Ciencia verdadera es aquella que se basa en HECHOS probados, repetibles y comparables.
 Lo que no se puede probar no es Ciencia, sino Fantasía.
 Lo que no sólo no puede probarse sino que implica creerlo ciegamente sin cues-tionar ni investigar independientemente, es DOGMA.
 Los dogmas que no tienen explicación ló-gica para la mecá-nica de los supuestos que enseñan, son HECHICERÍA.
En otras palabras, antes de defender una posición, debemos analizar las implicaciones y con-ceptos subyacentes de la misma, no sea que nos encontremos hablando de Ciencia mientras seguimos la Magia.
¿Teoría de la evolución, o Hipótesis glorificada?
Lo primero que debe saber todo estudioso de las ciencias es que toda ciencia tiene cuatro etapas:
 Propuesta: Aquí se establece un planteamiento sobre un tema de carácter científico que se ha investigado a nivel básico.
 Hipótesis: La Pro-puesta es desarro-llada y se le dan bases de soporte empíricas, se esta-blecen lineamientos básicos de lo que se puede esperar basán-dose en lo que se puede ver a simple vista.
 Teoría: En este punto la Hipótesis debe someterse a pruebas de laboratorio en ambientes contro-lados. Si todo es correcto, los resul-tados naturales y los del laboratorio deben ser iguales.
 Ley: Luego que varios laboratorios, de for-ma independiente, han corroborado que en efecto lo in-vestigado puede re-producirse en un ambiente controlado, se considera una Ley.
La forma de presentar la “evolución” por parte de los ministerios de educación de todo el mundo, haciéndola de aprendizaje obligatorio, no encaja dentro del marco de una hipótesis (lo cual es realmente, ya que no hay pruebas de laboratorio verídicas que hayan pro-bado la evolución) sino que se le embute a los alumnos bajo la perspectiva de una Ley (incuestionable, irre-futable y de aprendizaje obligatorio). La pregunta entonces es, ¿por qué presentar la Evolución como un dogma sin poner en la misma mesa el Creacionismo o la Propues-ta del Universo como Simulación de Computado-ra? Si la evolución no ha sido debidamente probada en un laboratorio como para ser Teoría, ¿qué les da derecho a dogmatizarla como si se tratase de una Ley? (continuará…)


Esto concluye la primera entrega de este estudio. Próximamente continuaremos viendo cómo funciona el universo y dónde se encuentra la humanidad es él.

LA LECCIÓN DE BALAAM

Por: Kenneth Matarrita

En este mundo que va tan acelerado, encontramos que día con día se nos ofrecen una gran cantidad de alternativas para escoger en cualquiera que sea la decisión que debamos tomar, por más simple y sencilla que pueda parecer. Por ejemplo, podemos escoger comer en casa o salir a un restaurante. Si elegimos comer fuera, podemos comer hamburguesas, tacos, pizza, etc. Si escogemos comer hamburguesa, podemos elegir qué clase de carne tenga, que vegetales y que salsas. Con solo este ejemplo tuvimos que hacer como mínimo 5 elecciones distintas. Por algo es que dicen que la vida no es nada fácil.
Hay asuntos que son de mucha mayor importancia que escoger la hamburguesa que nos vamos a comer. Y uno de estos se trata de nuestra relación con Dios. A todos se nos presentan dos caminos: o somos fieles y obedientes, o no lo somos. Sin embargo muchas personas se inventan un camino intermedio, que si vieran más adelante se darían cuenta de tiene el mismo destino del camino en contra de Dios.
En la Biblia encontramos un relato que ejemplifica muy bien el tema del que estamos hablando. Se trata de alguien que intentó estar en un punto intermedio en su relación con Dios, y al final pagó igual que quienes no estaban con Él, ya que tomó una elección equivocada. Hablamos de Balaam.

Cita bíblica: Números 22: 4-6
El relato de Balaam demuestra cuanta influencia puede ejercer un solo hombre en un grupo de personas, y hasta sobre toda una nación entera. Esto demuestra lo mucho que valen las decisiones que tomamos, ya que muchas de ellas no solo afectan a quien las toma. Pero de esto hablaremos más adelante.

La historia se recrea unos años antes de que Israel pudiera conquistar de una vez por todas la Tierra Prometida, luego de mucho tiempo vagando por el desierto debido a su obstinación y constante rebelión contra Dios. Llegaron al límite con el pueblo de Moab, cuyo rey se llamaba Balac. Este se dio cuenta de que Israel sobrepasaba por mucho sus fuerzas moabitas. Sólo sus dioses podían darle la ayuda divina que, según él necesitaba. Por lo tanto se alió con Madián, ambos con un enemigo común el cual era Israel, y buscaron alguien que se hiciera cargo de poner a su favor a todos los dioses, y quitarse a los israelitas de encima. Y la persona en la que pensó Balac fue Balaam.
Balaam no trabajaba de gratis. Era un asalariado que auguraba por dinero. En el paganismo, el poder era observado en el hombre. Este era quien controlaba a los dioses a su antojo. En cambio con el profeta de Dios, por medio de los milagros que realizaba, el poder era observado en Dios mismo. El profeta de Dios tenía la principal preocupación de glorificar y exaltar a su Señor a través de él. Esto es evidente en el caso neotestamentario de Simón el mago y Felipe (Hec. 8). Simón mismo se dio cuenta de que el poder estaba obrando por medio de Felipe y que no lo podía imitar.
Así pues, Balac mandó mensajeros a Balaam para pedirle que fuera a él, con cierto pago para convencerle, recaudado de los ancianos de Moab y de Madián. Sin duda no era esta una muy pequeña suma. Les pidió Balaam a los mensajeros que esperaran una noche mientras consultaba a los dioses. Conociendo de las grandes obras hechas por Dios para Israel desde la salida de Egipto, se dirigió a Él en busca de su ayuda (notemos el absurdo de Balaam al intentar poner al Dios de Israel en su propia contra). Un Dios con tal poder sería suficiente para detener de una vez por todas a esos molestos israelitas. Y puesto que él como mago profesional podía manejar a los dioses a su antojo, no tendría problema para convencerlo para hacer lo que él quería.
Talvez podrá parecernos extraño que Dios le respondiera a alguien como Balaam, siendo Él un Dios santo que no acepta a cualquiera en su presencia. Pero en algunas ocasiones, Dios permitió revelárseles a los que Él no había llamado a profetizar, para manifestar su propósito a través de ellos. La adivina de Endor a la que acudió Saúl sirve de ejemplo.
A la mañana siguiente Balaam les tenía una no muy grata noticia a los mensajeros. Jehová no le permitiría acompañarlos. “Volveos a vuestra tierra, porque Jehová no me quiere dejar ir con vosotros.” (Num. 22: 13). Esta noticia no dejó conforme a Balac, por lo que “Volvió Balac a enviar otra vez más príncipes, y más honorables que los otros…” (22: 15) Balaam, demostrando una actitud muy respetuosa ante la voluntad de Dios, respondió: “Aunque Balac me diese su casa llena de plata y oro, no puedo traspasar la palabra de Jehová mi Dios para hacer cosa chica ni grande.” (v. 18) Aún asi volvió a consultar a Dios, Quien le dio una respuesta distinta esta vez. “Si vinieron para llamarte estos hombres, levántate y vete con ellos; pero harás lo que yo te diga.” (v. 20)

A la mañana siguiente Balaam se levantó, enalbardó su asna y se encaminó hacia Madian.
Sin embargo Dios no estaba muy contento, ya que sabía muy bien que lo que motivaba a Balaam no era el deseo de obedecerle, sino la codicia por ver que ganaba de ese negocio. Por esta razón, Dios llevó a cabo un evento poco común, e incluso hasta cómico para enseñarle una lección a Balaam. Puso un ángel con una espada en el camino, de tal manera que fuera sólo el asna quien lo viera. Y este al ver el peligro de frente, desviaba su paso, por lo que Balaam la azotaba sin compasión. Y cuando se vio acorralada con un muro, se echó en el suelo. Esto puso furioso a Balaam, quien se dispuso a castigar aún más duramente a su fiel animal. Y ahí fue cuando ocurrió algo inesperado: el asna le habló a Balaam.
“Entonces Jehová abrió la boca al asna, la cual dijo a Balaam: ¿Qué te he hecho, que me has azotado estas tres veces? Y Balaam respondió al asna: Porque te has burlado de mí. ¡Ojalá tuviera espada en mi mano, que ahora te mataría! Y el asna dijo a Balaam: ¿No soy yo tu asna? Sobre mí has cabalgado desde que tú me tienes hasta este día; ¿he acostumbrado hacerlo así contigo? Y él respondió: No.” (Num. 22: 28-30) Balaam se enorgullecía de ser un gran adivino y vidente, sin embargo, un tonto animal vio más de lo divino que él. Al ver el animal resistirse y a Balaam hablando con un animal, nos preguntamos quien era más inteligente.
Entonces el ángel se hizo ver a Balaam, y le dijo: “¿Por qué has azotado tu asna estas tres veces? He aquí yo he salido para resistirte, porque tu camino es perverso delante de mí. El asna me ha visto, y se ha apartado luego de delante de mí estas tres veces; y si de mí no se hubiera apartado, yo también ahora te mataría a ti, y a ella dejaría viva. Entonces Balaam dijo al ángel de Jehová: He pecado, porque no sabía que tú te ponías delante de mí en el camino; mas ahora, si te parece mal, yo me volveré.  Y el ángel de Jehová dijo a Balaam: Vé con esos hombres; pero la palabra que yo te diga, esa hablarás. Así Balaam fue con los príncipes de Balac.” (Num. 22: 32-35).

Ya advertido Balaam de que no hablara más de lo que Dios le revelara, llegó donde Balac, quien muy contento le recibió. Al día siguiente le llevó a un monte alto desde el cual debería de decir su maldición contra Israel. Luego de que se construyera un altar, Balaam abrió su boca, pero en lugar de maldición pronunció una bendición contra el pueblo de Dios. Balac enojado por verse burlado, le reclamó, pero Balaam había aprendido la lección de respetar la voluntad de Dios: “¿No cuidaré de decir lo que Jehová ponga en mi boca?” (Num. 23: 12) Entonces Balac le llevó a otro monte donde hiciera otro intento de proferir maldición. Pero una vez más lo que salió de la boca de Balaam fue maldición. Nuevamente le llevó a otro monte con la misma intención, y sin embargo una vez más Israel fue bendecido. “Entonces se encendió la ira de Balac contra Balaam, y batiendo sus manos le dijo: Para maldecir a mis enemigos te he llamado, y he aquí los has bendecido ya tres veces. Ahora huye a tu lugar; yo dije que te honraría, mas he aquí que Jehová te ha privado de honra. Y Balaam le respondió: ¿No lo declaré yo también a tus mensajeros que me enviaste, diciendo: Si Balac me diese su casa llena de plata y oro, yo no podré traspasar el dicho de Jehová para hacer cosa buena ni mala de mi arbitrio, mas lo que hable Jehová, eso diré yo?” (Num. 24: 10-13). “Entonces se levantó Balaam y se fue, y volvió a su lugar; y también Balac se fue por su camino.” (Num 24: 25).

Podríamos esperar que la historia de Balaam terminara aquí, sin embargo todavía no había hecho todo lo que podía. En el capítulo 25 de Números se relata que “Moraba Israel en Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses.” (25: 1) Por alguna razón, el pueblo se vio influenciado a cometer tal clase de maldad, lo cual provocó a Jehová. “Así acudió el pueblo a Baal-peor; y el furor de Jehová se encendió contra Israel. Y Jehová dijo a Moisés: Toma a todos los príncipes del pueblo, y ahórcalos ante Jehová delante del sol, y el ardor de la ira de Jehová se apartará de Israel. Entonces Moisés dijo a los jueces de Israel: Matad cada uno a aquellos de los vuestros que se han juntado con Baal-peor.” (Num. 23: 3-5)
Entre todo este desorden, un israelita tomó a una de las mujeres madianitas y la introdujo en medio del pueblo. “Y lo vio Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, y se levantó de en medio de la congregación, y tomó una lanza en su mano; y fue tras el varón de Israel a la tienda, y los alanceó a ambos, al varón de Israel, y a la mujer por su vientre. Y cesó la mortandad de los hijos de Israel. Y murieron de aquella mortandad veinticuatro mil.” (Num. 25: 7-9) Por este acto tan sublime hecho por Finees, recibió alabanza de parte de Dios, fue bendecido, y la mortandad se detuvo.

¿Qué tiene que ver este relato con Balaam? Mucho sin duda. Si nos dirigimos a Números 31 encontraremos la relación de ambas historias. Un tiempo después de este pecado tan terrible cometido por Israel, Dios les mandó atacar a Madián como venganza por haberlos provocado.” Y pelearon contra Madián, como Jehová lo mandó a Moisés, y mataron a todo varón. Y los hijos de Israel llevaron cautivas a las mujeres de los madianitas, a sus niños, y todas sus bestias y todos sus ganados; y arrebataron todos sus bienes, e incendiaron todas sus ciudades, aldeas y habitaciones. Y tomaron todo el despojo, y todo el botín, así de hombres como de bestias.” (Num. 31: 7, 9-11) Algo tenían las mujeres madianitas que nublaba la razón de los israelitas, ya que las dejaron con vida. “Y se enojó Moisés contra los capitanes del ejército, contra los jefes de millares y de centenas que volvían de la guerra, y les dijo Moisés: ¿Por qué habéis dejado con vida a todas las mujeres? He aquí, por consejo de Balaam ellas fueron causa de que los hijos de Israel prevaricasen contra Jehová en lo tocante a Baal-peor, por lo que hubo mortandad en la congregación de Jehová.” (Num. 31: 14-16)
Nos encontramos de nuevo aquí con el nombre de Balaam. Él había sido el responsable de la caída de Israel. No sabemos cuál fue el motivo. Talvez por no perder el negocio, le propuso a Balac otra forma de debilitar a Israel, y esta fue incitándoles a pecar con las atractivas mujeres madianitas. O talvez se sintió humillado al ver que había un Dios al que no podía mover a su antojo, y decidió vengarse de esta forma. Fuera cual fuera el motivo, el pecado más terrible de Balaam no lo constituía su codicia personal. Consistía en que persuadió a Israel a cometer cultos paganos que incluían inmoralidad sexual. Por este pecado, Israel perdió el favor de Dios, y muchos israelitas perdieron la vida debido a la ira de Dios sobre los culpables. De cuan importante fue este evento en la historia de Israel, podemos sabiendo viendo como incluso en el Nuevo Testamento se menciona varias veces el acto de Balaam (2 Pedro 2: 15, Judas 2: 11, Ap. 2: 14). Tal parecía que Balaam había cumplido su objetivo. Sin embargo, Dios no deja a nadie sin su merecido castigo, tarde o temprano este llega. Y en el caso de Balaam fue más temprano de lo que él mismo hubiera esperado.
Como mencionáramos anteriormente, Jehová mandó a Israel a tomar venganza sobre Madián, y luego de hacer un censo (capítulo 26), y de que Moisés le recordara al pueblo algunas de las leyes, en el capitulo 31 Israel comenzó su ataque a los madianitas. “Y pelearon contra Madián, como Jehová lo mandó a Moisés, y mataron a todo varón. Mataron también, entre los muertos de ellos, a los reyes de Madián, Evi, Requem, Zur, Hur y Reba, cinco reyes de Madián; también a Balaam hijo de Beor mataron a espada.” (Núm. 31: 7-8) Este fue el fin de Balaam. Murió como una entre muchas personas comunes y corrientes, sin gloria ni honra. Y murió porque estaba en el lugar y momento menos indicado.

De la muerte y algo más
Haciendo un breve repaso por la vida de Balaam, podemos decir que no estaba del todo equivocado en su forma de ver a Dios. Al dirigirse a Él pudo reconocer que no era un dios ordinario, que de hecho es el Único Dios todopoderoso. Sin embargo, así como muchas personas hoy en día, tenía un concepto incompleto de todo lo que significa la grandeza y la soberanía de nuestro Señor.
La lección principal que debemos aprender del trágico fin de Balaam es que, aún conociendo a Dios, contemplando todo lo que es capaz de hacer, toda su majestad, su grandeza, su poder, su soberanía y control sobre toda la creación, y experimentando de primera mano que no hay nada ni nadie que pueda resistirse a su voluntad y sus propósitos, aún a pesar de esto, lo desestimó, creyendo que podría salirse con la suya. Creyó que estando entre los madianitas estaría seguro, y que ahí Dios no le podría hacer nada. Talvez  pensó que los dioses paganos que adoraba le protegerían, pero estaba muy equivocado, y pago caro su error.

¿Cuántas veces nos hemos encontrado del lado equivocado de la vida? No se trata de una vida sin Dios, no se trata de la clase de vida que niega la dirección y el propósito de Dios. Se trata de la vida que, a veces está de un lado, o a veces está del otro lado. O sea, se trata de una vida indecisa, una fe dividida.
“El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.” (Sant. 1: 8). Cómo dijéramos al principio de esta lectura, a través de nuestro vivir diario nos topamos con una infinidad de decisiones. Desde caminar por una acera o por la otra, o si sacar un préstamo o esperar, e incluso escoger al presidente del país. Todas estas son decisiones inevitables que no podemos eludir. Y hay quienes deciden no escoger y dejar simplemente ver que pasa. Se mantienen en un punto intermedio, para tratar de evitar las consecuencias de tomar una u otra elección. En este punto es en el que vive la mayoría de la gente que no participa de la iglesia. Son esas personas que dicen creer, pero que no llevan vidas consecuentes con eso. Son los que dicen gracias a Dios sin realmente tener un espíritu agradecido. Son quienes dicen respeto a Dios mientras hacen todo lo que a Él desagrada. Son quienes intentan concordar todas las religiones diciendo: “Todas alaban al mismo Dios”, y aunque fuera el mismo Dios, ¿acaso todas lo alaban como Él exige que se le alabe? ¿Se apegan todas estrictamente a la Biblia como un todo, y no extrayendo pasajes de por aquí o por allá? ¿Qué clase de gran líder o guía espiritual no cuestiona a quienes sabe perfectamente que están cometiendo pecado, solo porque quiere evitar las discusiones y quiere quedar bien con todos? ¿Qué clase de creyente es el que desestima obedecer a Dios en el acto del bautismo, del arrepentimiento, de la fidelidad en la comunión personal a través de la oración, la lectura bíblica, o congregarse? ¿Qué clase de congregación es la que está pasiva, manteniéndose al margen, no queriendo ofender a nadie, y por ello no aplicando la disciplina eclesiástica tal como lo estipula la Biblia, no preocupándose por la evangelización mundial, simplemente afanándose por las reuniones semanales, sin un verdadero compromiso cristiano y una correcta vida espiritual?

Está ante nosotros la decisión de, o entregar por completo nuestras vidas a Dios, o a Satanás. Esa es la decisión a la que se enfrenta toda persona en el momento en el que ya tiene conciencia de lo que es bueno y es malo. Sin embargo, muchos son indecisos, y para evitar el compromiso o el riesgo al que se deben enfrentar, prefieren quedarse a la orilla, dejando que el tiempo pase. “…Así ha dicho Jehová: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte.” (Jeremías 21: 8) Está muy claro. Sólo hay dos opciones, no existe ninguna intermedia. El propio ser humano ha inventado el punto intermedio, pero lo que no logra entender es que ese camino inventado lleva el mismo rumbo que el de muerte. Mientras sabemos que el camino de vida lleva a eterna comunión con Dios, el Padre.

“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mateo 7: 13-14) ¿Por qué la gente evita tomar una decisión tan fundamental en su vida? ¿Será acaso por pereza, por desinterés, o incluso por ignorancia? Pues por ignorancia no lo creo, por lo menos no la mayoría, porque muchas personas son conscientes de que todo acto malo requiere de un castigo, de que todo se paga tarde o temprano, y que existe un Dios que todo lo ve. Por más que haya quienes lo nieguen, en sus corazones lo saben perfectamente. “…mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos…” (Rom. 2: 15). Entonces, ¿por qué se quedan en la orilla? Por la sencilla razón de que el ser humano por naturaleza busca su propia comodidad. Todos los inventos que se han hecho a través de la historia han sido con el objetivo de facilitarnos las cosas, de hacer todo con el mínimo esfuerzo posible. El ser humano defiende su zona de confort a toda costa. Y así es en la vida espiritual. El ser humano es tan perezoso que prefiere inventarse su propia religión cómoda y fácil, antes de tener que llevar la clase de vida que Dios espera de nosotros. Claro, la vida cristiana no es nada fácil. Requiere compromiso, entrega, disciplina, esfuerzo, dedicación, esmero. Estas no son palabras que le gusten a muchos. Pero así son las cosas, y como no les agrada, prefieren buscar la vía fácil. Nadie quiere sufrir, nadie quiere recibir el castigo. Pero, por más que intenten postergarlo, tarde o temprano llegará de una u otra forma. Y el día que regrese Jesús nos daremos cuenta que los vanos intentos de salvación mediante el camino fácil no servirán de nada.
Aún dentro de la iglesia, siendo cristianos fieles, muchas veces sin darnos cuenta, nos hemos puesto del lado equivocado. Y eso ocurre cuando nos hemos puesto en una posición cómoda, donde nos sentimos bien y no deseamos que nadie nos mueva de ahí. Se evidencia en las personas que solo van a las reuniones o a los cultos cuando no tienen nada mejor que hacer. Cuando leen la Biblia entre semana solo cuando alguien en Facebook postea un pasaje. Cuando oran nada más para dar gracias por la comida, o para pedir la bendición por el camino de ida y regreso al salir de casa. Cuando la relación con los hermanos de la iglesia no es más que la de verlos el domingo, cuando no sabemos nada de las personas que están pasando una situación complicada o difícil. Cuando preferimos el trabajo, o la familia antes que la iglesia. Cuando para nosotros la relación con Dios no es más que un accesorio para los momentos de dificultad. Esa es la evidencia de una persona no comprometida, una persona que está en su zona de confort.

Aquí es donde le hago la pregunta hermano, ¿de qué lado está usted en su relación con Dios? ¿Está del lado de Dios, siéndole fiel y obediente, poniendo todo su empeño en su relación espiritual, está del lado equivocado, viviendo según su propio pensamiento el cual solo puede ser pecaminoso si no toma en cuenta a Dios, o está en el inexistente punto intermedio, donde a veces está de lleno con Dios, y a veces está lejos de Él? Recuerde que ese punto intermedio no existe. Es el lado contrario de Dios solo que camuflado. Si no sabe de qué lado está es el momento de hacer conciencia, y tomar una decisión. No la postergue más. Puede que mañana sea tarde.

martes, 6 de agosto de 2013

EL ÓSCULO SANTO

Por: Kenneth Matarrita


Algo que hacemos todos los días, algo a lo que no le damos mucha importancia, y sin embargo tiene más valor de lo que pensamos, es el saludo. Si, el saludo que nos damos cada vez que nos encontramos con alguien, o cuando nos presentamos con una persona que no conocíamos. Ese acto tan simple era de mucha importancia para los primeros cristianos en su comunión diaria, pero hoy ya no tiene el mismo valor. ¿Por qué? Un tema del que muy pocas veces se habla (por no decir nunca) es el que hoy les presento: El ósculo santo.

La historia del beso

El beso se conoce en todo el mundo como una muestra de amor y afecto para con esas personas que queremos y apreciamos. Lo damos a nuestros familiares, nuestros amigos, o incluso a esa persona amada. Pero, ¿qué es ósculo? La palabra ósculo viene del latín oscŭlum y quiere decir beso con respeto y afecto.
El saludo, por medio de un beso, parece haber sido una práctica común en la iglesia primitiva, y que fue seguida por algunos siglos después del comienzo de la era cristiana. Tal costumbre es mencionada por Justino Mártir, Tertuliano, Agustín, y numerosos otros escritores antiguos de esos primeros años después de Cristo. Aquí algunas de sus citas: “Terminadas las oraciones (en el culto), nos damos el ósculo de la paz.” Justino Mártir (160 d.C.) “¿Qué oración es completa separada del beso santo? ¿Quién impide la paz en su servicio al Señor? ¿Qué clase de sacrificio es el del que se marcha sin dar el beso de paz?” Tertuliano (197 d.C.) El beso era y es todavía una costumbre común en las tierras orientales como saludo, se da a las personas en la mejilla, la frente, la barba, las manos, los pies, pero no en los labios. De acuerdo al Libro Mundial, los japoneses y los chinos por el contrario rara vez hacen esto.  En los tiempos de Jesús era costumbre besar a los huéspedes o invitados, y estos esperaban ser besados al entrar. Jesús comentó sobre su recepción a un fariseo cuando este le invitó a su casa diciéndole: “No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies” (Lucas 7: 45).

Para nosotros puede parecernos extraño, ya que la forma común de saludarse en los países occidentales no es el beso. Los hombres se dan la mano cuando se reúnen y se saludan en nuestra sociedad, pero en Palestina, en vez de hacer esto, se colocaban la mano derecha sobre el hombro izquierdo de su amigo y se le daba un beso en la mejilla derecha, y luego se invierte la acción, se coloca la mano izquierda sobre el hombro derecho, y se da un beso en la mejilla izquierda.

Sin lugar a dudas la enseñanza apostólica encontrada en la Biblia acerca del beso fue para regular una costumbre social que había sido practicada por siglos, y no instituir una enseñanza o doctrina exclusiva de la iglesia. Los primeros cristianos usaron el ósculo santo en las asambleas públicas y en otras reuniones.
Por regla general, el ósculo santo se llevó a cabo entre personas del mismo sexo. Los hombres sólo saludaban a los hombres y las mujeres  a las mujeres. En las Constituciones Apostólicas (siglo 3) así se ordena. Leslie G. Thomas dice que el "beso de amor" practicado por los antiguos era "hombres saludando a los hombres y mujeres saludando a mujeres"(Comentario de Lecciones Anuales del Maestro, 1967, pág. 65). Guy N. Woods dice en su comentario de 1 Pedro 5.14, que "de acuerdo a los historiadores de la iglesia primitiva, los abusos a los cuales la práctica conduciría ordinariamente fueron evitados al separar los géneros cuando la iglesia se reunía para la adoración, un arreglo heredado de la sinagoga"(Comentario sobre las Epístolas del Nuevo Testamento, Volumen VII, pág. 136), lo cual según otros escritores fueron los apóstoles los que lo llevaron a cabo en la iglesia. McGarvey Pendleton dice que el beso "muy pronto llegó a ser una práctica entre los judíos, de donde pasó a la iglesia apostólica. Aún se conserva en la Iglesia Griega, en donde los hombres saludan a los hombres, y las mujeres a las mujeres" (Comentario sobre Romanos, pág. 548).

En la Biblia

La Biblia menciona el ósculo santo cinco veces: “Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.” Romanos 16.16; también en 1 Corintios 16.20, 2 Corintios 13.12, 1 Tesalonicenses 5.26, 1 Pedro 5.14.
En el Antiguo Testamento, el uso de la palabra naschaq, “besar”,  era utilizado en referencia de:
1. Los familiares (que parece ser el origen de la práctica de besar): “¡Oh, si tú fueras como un hermano mío que mamó los pechos de mi madre! Entonces, hallándote fuera, te besaría, y no me menospreciarían” (Cantares 8:1); también se encuentra en Génesis 27:26, 27 (Isaac y Jacob), Génesis 29:11 (Jacob y Raquel), Génesis 33:4 (Esaú y Jacob), 2 Samuel 14:33 (David y Absalón), 1 Reyes 19:20 (Eliseo y sus padres), entre otros.
2. Amistad y afecto: “…y besándose el uno al otro, lloraron el uno con el otro; y David lloró más” (1 Samuel 20:41, entre David y Jonatán); también en 2 Samuel 15:5 (Absalón y a los que acudían a él), 2 Samuel 20:9 (Joab y Amasa).
3. Amor: en Cantar de los Cantares 1:2, “¡Oh, si él me besara con besos de su boca!“; en Proverbios 7:13 (del amor fingido de la “mujer extraña”).
4. Prácticas idólatras: en 1 Reyes 19:18 “Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron”.
En el Nuevo Testamento se utiliza la palabra (phileo), “besar”, “ser amable”, y la palabra kataphileo, “besar a fondo”, “a ser muy amable”. La primera (phileo) está en Mateo 26:48, Marcos 14:44; Lucas 22:47 que aparece en el beso con que Judas traicionó a su Maestro, como una expresión de una relación especial. La misma palabra se usa de la mujer que besó los pies de Cristo (Lucas 7: 38, 45), del saludo del padre al hijo pródigo que regresa (Lucas 15:20), y de la despedida de Pablo de los cristianos de Éfeso (Hechos 20:37).
También encontramos la palabra philema, “un beso”, “un signo de amistad“, es utilizado por nuestro Señor como el que Simón omitió darle (con referencia a la hospitalidad), pero que la mujer había dado tan impresionantemente (Lucas 7: 45). También en el registro Bíblico encontramos que el besar la mano aparenta ser una señal falsa, (Job 31:27) y besos entre varones y mujeres están limitados solamente a los amantes y/o esposos (Cantar de los Cantares 1:2). El beso innecesario y promiscuo entre los hombres y las mujeres ni siquiera se menciona en la enseñanza del Nuevo Testamento (1 Corintios 7.1). Por otro lado, Hechos 20.36 es un buen ejemplo de un tiempo apropiado, cuando amigos íntimos se despiden y no se volverán a mirar en la tierra (Pablo y los ancianos de Éfeso).

Ósculo santo

Ahora bien, el ósculo santo tal como se menciona en la Biblia no era algo romántico ni debía ser llamativo a la carne; más bien era un símbolo de la unidad, pureza, amor y sinceridad que existía entre la hermandad cristiana. No es como hoy en día que se ha denigrado y corrompido tanto. Puesto que se debía guardar en santidad, esta ordenanza no era para practicarla con todo el mundo. “Saludad a todos los hermanos con ósculo santo” (1 Tesalonicenses 5.26). De hecho se dice que los miembros de la congregación esperaban hasta que los visitantes y los no conversos no estuvieran para así saludarse con el ósculo santo. Así pues, este beso muestra la relación sagrada que tenían como hermanos en Cristo y la unión tan estrecha que existía. No puede haber “ósculo santo” ni “ósculo de amor” donde los que practican este saludo no andan en la justicia y la verdadera santidad, y donde los que se congregan no se aman “unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1 Pedro 1.22), esto quiere decir que aún entre los mismos hermanos, quienes sinceramente no tenían ganas de hacerlo, no estaban obligados, ya que no era ni un mandato ni un requisito. Era algo que nacía de un corazón lleno de amor hacia los hermanos.


En la actualidad

Como sabemos, ya el ósculo santo como tal no se práctica. No conocemos las razones exactas por las que desapareció. Podría ser debido a la malicia que los no conversos pudieron haber infiltrado. Pudo también deberse a que las congregaciones cada vez se hicieron más grandes, y con ello resultaba más difícil conocer más personalmente a  los demás miembros de la congregación, y con ello establecer vínculos reales de amor y afecto fraternal.
Si hoy tratáramos de volver a establecer esta práctica en la iglesia, sería muy difícil, esto por varias razones que veremos a continuación:
1.       La malicia ha echado a perder muchas cosas hermosas creadas por Dios, y este tipo de muestra de afecto fraternal es una de ellas, ya que aún cuando dentro de la congregación no debería de existir tal clase de pensamiento, lamentablemente si la hay. Por poner un ejemplo, dentro de la hermandad el hecho de que dos hermanos de nivel económico opuesto, o también que una mujer y un hombre tengan una fuerte amistad es malinterpretado, al punto de que muchos piensan que debe de existir un interés mayor de parte de alguno de ellos. Tristemente así el enemigo ha minado las relaciones personales, e infiltrado en la mente de muchas personas, e incluso miembros de la iglesia, tal idea. Pero los cristianos fieles y verdaderos deben de tener una mente santa, y no dar cabida a lo que el mundo pretende hacernos creer. No debe haber ninguna clase de impedimento para mostrar a nuestros amados hermanos el afecto que nos tenemos. Mientras se mantenga el respeto a la persona que lo recibe, así como la situación en la que se encuentre, sea que se trate de una persona casada o una joven o un joven menor de edad, o cualquier otra situación de más cuidado, más que todo por la opinión que puedan tener los familiares, no existe excusa alguna para que la malicia nos haga dejar de amarnos fraternalmente.
2.       Pero también hoy en día existe un mal todavía más común en la iglesia. Se trata de, por el contrario no tener el deseo de saludar afectuosamente, o hacerlo simplemente por compromiso, o porque nos encontramos con la persona de frente y no hubo forma de evitarle, o porque somos de esos que más bien se quedan esperando a que les busquen. Existen muchos que ponen excusas como: “no tiene importancia, “prefiero no ser hipócrita”; “no está de moda”; “me da vergüenza”, “es que esa persona se ve muy seria”, “no hace falta”, etc. Sin embargo, teniendo en cuenta los siguientes pasajes bíblicos: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” (Rom. 12: 10), “Permanezca el amor fraternal.” (Heb. 13: 1), “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro…” (1 Ped. 1: 22), “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13: 35), entre otros muchos versículos relacionados con el tema, ¿acaso podemos justificarnos? Por supuesto que no. ¿No es cierto que cuando existe un amor ferviente y un espíritu de fraternidad desaparecen todas estas excusas? ¡Claro que sí! La iglesia bíblica requiere que “todos los hermanos” se amen entrañablemente, y no tengan impedimento alguno de hacerlo, y de la forma que en su corazón lleno del amor puro y santo de nuestro Dios desee demostrarlo.
3.       El amor fraternal tiene un principal enemigo, y se trata del orgullo. El mismo orgullo que nos hace menospreciar a algún hermano por su posición social, por su nivel de espiritualidad, o porque sea o no del grupo de mis amigos. Talvez sabemos del pasado que tuvieron algunos hermanos, y en lugar de olvidar así como Dios olvida, continuamente estamos echándoselos en cara directa o indirectamente, al menospreciarles o criticarles a las espaldas. Recordemos que Dios no discrimina a nadie, “porque no hay acepción de personas para con Dios.” (Rom. 2:11) ¿Qué derecho tenemos nosotros de escoger a quien mostrar afecto y a quien no? ¿Acaso eso hizo Jesús mientras estuvo en la tierra? ¿Acaso escogió por quien morir y por quien no? No, sino que murió por todos, ya que a todos nos ama por igual. Y mientras se trate de una persona que ya ha dejado atrás este estilo de vida pecaminoso y haya entregado su vida por completo al Señor, el pasado ya es historia. Al final de cuentas, todos, sin excepción, tuvimos una vida antes de Cristo de la cual nos avergonzamos y no deseamos recordar. Así que como Jesús dijo: “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.” (Luc. 6: 31)
4.       Una forma en que el orgullo ha minado el amor entre los hermanos es en disputas o desacuerdos. Si me enojo con mi hermano, no lo saludo más, o simplemente no lo vuelvo ni a ver. Debemos imitar el ejemplo de Jesús, quien aún estando en la cruz desangrándose, volvió a ver a quienes lo mataban, y dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” El saludo amoroso, santo y tierno, demuestra que estamos en paz con todos los demás hermanos y con nosotros mismos y así nuestra conciencia está tranquila para adorar al Señor, ya que “…si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” (Mat. 5: 23-24).

Cultivando el amor fraternal

Dentro de nuestra familia el beso es una expresión del amor que cada uno de los que la componen sienten el uno para con el otro. En la familia cristiana el beso o el saludo sea la forma que se haga, también debe de ser la expresión de amor que cada uno siente para con el otro, considerando a cada hermano como eso, un hermano, ya que somos hijos del mismo Padre. Debemos con nuestras vidas imitar el amor incondicional mostrado en una cruz, y más que hablar de él, hemos de demostrarlo.
Toda persona tiene necesidades materiales, y una forma de demostrar nuestro aprecio es a través de esa ayuda que podemos brindarle. Sin embargo, hay una necesidad fundamental que va más allá de la necesidad económica y material en cada ser humano, y es la de amar y ser amado. Fuimos hechos para vivir en sociedad, vivir en amor. Esto se evidencia claramente en la conducta cuando adultos de esos niños que crecieron sin el afecto y la crianza de un padre o una madre. Puede decirse que la gran mayoría de los que hoy son asaltantes, homicidas y delincuentes, tuvieron una infancia con carencia de amor. Esto demuestra cuán importante es el cariño y el afecto tanto dentro de la familia, como entre los demás círculos sociales en los que nos desarrollamos, y esto claramente incluye la iglesia.
Todas las personas son distintas, y todas tienen distintas formas de demostrar su amor. Hay quienes les gusta abrazar y besar sin malicia alguna. Hay otros que no acostumbran esto, pero en cambio pasan pendientes y preocupados por los demás. Hay quienes su forma de expresar amor es mediante regalos o detalles. Hay quienes su forma de expresar afecto es con una llamada o un mensaje de texto, etc. Pero sea como sea todos tienen su forma de manifestar cariño. Y hemos también de ayudar a esas personas tímidas a incluirse en el círculo de amor de Cristo, y así a la vez puedan tanto dar como recibir amor.
No debemos temer que ese hermano al que nos acercamos vaya a rechazarnos o molestarse. ¿A quién no le gusta recibir cariño? Es cuestión de conocer a cada uno y la forma como se le ha de demostrar el amor en Cristo. Mientras tanto podemos empezar con un apretón de manos y una palmada suave en la espalda, ¿Tiene algo de difícil? Pero lo más importante de todo es que este sentimiento no sea solo por uno o dos hermanos, sino por todos, y que cada uno tenga este mismo sentir para con todos los demás.
El saludo no se debe de negar a ninguno de nuestros hermanos aunque sea pobre. Tampoco el hecho de que sea joven o viejo, que tenga tiempo en la iglesia o sea recién convertido. El amor de Cristo no se mide por la ropa ni por la posición económica, ni mucho menos por la responsabilidad que se ejerza en la iglesia. Jesús dijo: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.” (Mat. 25: 41-43) Podemos incluir también que “esperé que me saludaras, y no lo hiciste”.
Uno de los ejemplos más conmovedores en las escrituras es el que ya mencionamos acerca de los hermanos de Mileto, cuando Pablo se despide de ellos (Hechos 20.36). Tenemos aquí una conmovedora escena de amor cristiano verdadero, un ejemplo de amor, unidad, fraternidad, compañerismo, dolor en el corazón por la ausencia de su hermano y lágrimas por su partida. He aquí un ejemplo que se puede volver a retomar y llevarlo a la práctica. Dejemos de lado la hipocresía y comencemos a amarnos entrañablemente y de todo corazón.
Le invito hermano, luego de haber hecho esta lectura, que se proponga el próximo día de reunión a que se acerque a saludar afectuosamente al menos a 3 personas a las que normalmente no lo hace. Ojalá sean incluso personas que poco conozca o que ni siquiera les haya hablado antes. No espere a que nadie se lo diga. Hágalo de su propia iniciativa. Verá que se sentirá muy bien haciéndolo, y más importante que eso, hará sentir a esa otra persona muy bien, y a la vez se motivará a hacerlo con alguien más. Y con el tiempo, trate de que se le haga una costumbre, la idea es que algún día se le acaben las personas a las que no salude con un ósculo santo.
“Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.” (Col. 3: 14)

sábado, 3 de agosto de 2013

¿CUAL ES LA NORMA?

Por: Jorge Cambronero


Queridos lectores y hermanos en Cristo. Vivimos en un mundo que está regido por normas o por reglas. Hay normas como las de marcar una tarjeta para entrar y salir de los trabajos. También hay normas en hospitales, en los bancos, casi que en todo. De hecho también en el comienzo de la historia humana Dios dio normas a Adán y a Eva, en Gén. 2: 16, 17 las encontramos.

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comeréis; porque el día que de él comiéreis, ciertamente moriras.”
Y es claro que cuando existen reglas hay que cumplirlas porque sino estaríamos cometiendo una falta grave por la cual podríamos perder el trabajo o recibir un castigo. Y ahora para todos aquellos que creen que pueden ser aceptados por Dios sin Jesús, necesitan enfrentarse a algunas preguntas cruciales. Si creen que pueden llegar al cielo alcanzando cierto grado de rectitud, entonces, ¿Cuál es la norma por la cual deben vivir? ¿Qué es lo que Dios requerirá de ellos?

Muchos dicen: “Yo siento que soy una persona básicamente justa y buena, y estoy dispuesta a presentarme delante de Dios por mi propio mérito.” Pero estas personas fallan al no considerar que las normas de Dios son diferentes a las nuestras. Jesús nos mostró el requisito de Dios para aquellos que luchan por el cielo según sus propias fuerzas, cuando dijo, en Mateo 5: 48: “Sed pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” La norma para la persona que desea ser justa delante de Dios es nada menos que perfección absolutamente, no sólo esforzarse o ser sincero, sino guardar irreprochablemente todas las cosas que Dios ordenó al hombre y a la mujer, es decir, a todos sobre la tierra. Claro aquellos que creen que pueden ganar la vida eterna con sus buenas obras, tienen una comprensión errónea de la santidad de Dios y de lo que significa ser justo delante de Él.

Si vamos a establecer una norma de conducta justa, debemos usar la que fue establecida por Jesucristo. Jesús es la única persona cuya vida movió a Dios a decir “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” (Mat. 3: 17). Aunque en la Palabra de Dios hay personajes como Moisés, José, Juan el Bautista, Pedro, etc. Dios dijo que Jesús lo era todo, en Él radicaba el amor, la misericordia, la justicia, la humildad, en fin. Él era todo para Dios. Y para disfrutar de la comunión con Dios debemos ser justos como Jesús. La vida de Jesús es la única norma de justicia. Si quiero ser aceptado por Dios, tengo que ser tan justo como Jesucristo. Las Escrituras nos muestran que hay una sola clase de justicia que Dios aceptará: la justicia de Cristo. Así que, deseamos presentarnos delante de Dios basándonos en nuestras buenas obras, debemos entonces vivir una vida que alcance la medida de la bondad que vemos en Jesús.
Pero todos nosotros sabemos que esto es imposible. Nosotros no podemos alcanzar esta clase de justicia. Jesús mismo nos dijo en Mateo 5: 28: “Pero yo os digo, que cualquiera que mire a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” También dijo: “Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio.” (Mat. 5: 22). Además dijo “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen, y orar por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, presentale también la otra; y al que te quite la capa, ni aún la túnica le niegues. A cualquiera que te pida dale, y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.” (Luc. 6: 27-30). Y también nos ordenó: “Amad pues a vuestros enemigos, y haced el bien, y prestad, no esperando de ello nada…” (Luc. 6: 35).

¿Cómo puede alguien ser así de justo? Al menos yo se que no puedo ser así. Yo fallo. Y yo creo ciegamente que todos los seres humanos fallamos, sin excepción. Pero, ¿significa esto entonces que debemos permanecer por siempre apartados de Dios? ¿O es que no existe una manera en que pueda disfrutar de una comunión con Dios?¿Tenemos que seguir en este vacío, en esta frustración, buscando y tratando de alcanzar algo que jamás podremos obtener?

Si tenemos alguna esperanza de ser perdonados por Dios, tiene que haber otro fundamento que el de nuestra propia justicia. Pablo dice: “Ya que por las obras de la ley ningún ser human o será justificado delante de Él.” (Rom. 3: 20) Las reglas que Dios ha establecido son demasiado estrictas para alcanzar justificación, no podemos sujetarnos a ellas. Nuestra única esperanza ha sido provista en otra forma de justicia. Gracias a Dios que ese principio existe, y se llama gracia. Rom 5: 1, 2: “Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Porque por gracia sois salvos, no por obras…” Ya lo había dicho antes. Nuestra justicia ahora y por la eternidad es el resultado de nuestra fe en el Hijo de Dios, Jesús. Y si quieren saber más de este asunto, seguiremos en la siguiente revista hablando del tema, que está totalmente basado en el libro de Romanos.

El Señor los guarde siempre. Amén.

¿Y LOS NUEVE? PARTE II

Por: Kenneth Matarrita

7. El divertido

Pachangon había sido un hombre muy fiestero y divertido. Le encantaba andar de casa en casa celebrando por cualquier motivo, aún el más insignificante que hubiera. Era muy conocido por ello en su barrio, y fue lamentado por muchos su enfermedad, ya que era el alma de toda fiesta a la que asistiera.
Cuando recibió sanación, y hubo ido al sacerdote, de inmediato regresó a su barrio, y muy a su estilo, anunció a todos su regreso. La alegría era grande, y de inmediato armaron una gran fiesta de bienvenida. Había comida a montones, música para danzar sin parar, y no podía faltar vino para hacer más ameno el momento. Cuando le preguntaban como había sido sanado, no se detenía mucho en ello, solo decía: “Dios quería que siguiera festejando por un buen tiempo más.”
Pasadas unas semanas, y de camino a una de tantas fiestas, Pachangón iba atravesando la ciudad. Al pasar por un vecindario, vio una casa que desbordaba de gente, y que afuera había mucha más esperando por entrar. Pensó: “Como es posible que halla una fiesta de la que yo no supiera. Obvio que debo entrar.”  A como pudo y con miles de esfuerzos, se hizo camino entre la gente, y logró llegar. Pero se dio cuenta de que no era una fiesta como todas las demás a las que estaba acostumbrado. De hecho ni siquiera era una fiesta. Simplemente era un montón de gente alrededor de un hombre que hablaba. Se quedó un momento a ver si no se trataba de una broma. Pero no, todos estaban muy atentos escuchando a ese hombre que no paraba de hablar. Volvió a ver fijamente al hombre, y pudo notar que era quien lo había sanado. Por un momento pasó por su mente darle las gracias, sin embargo pensó: -“Esta no es la clase de actividades en las que me gusta estar, y la verdad esto está muy aburrido. Solo sentarse escuchar a un hombre hablando, sin comida ni bebida ni música no tiene nada de atractivo. Si por lo menos hubiera alguien tocando el arpa o algo por el estilo. Pero ni eso. Este Jesús resultó ser alguien muy aburrido. Vale más que no me pidió escucharlo para ser sanado, porque creo que me hubiera quedado dormido. Mejor me voy, y si en algún momento lo vuelvo a encontrar sólo por ahí le daré las gracias.”

8.  El fanático

Entusiasta antes de contraer la lepra, era reconocido por participar en todas las actividades sociales que ocurrían. Cuando se trataba de algún deporte era el primero en decir presente. Cuando se necesitaba de alguien que ayudara a colaborar en alguna obra de bien social ahí estaba también. Conocía a todos los huérfanos, a todas las viudas, a todos los pobres del pueblo. Por eso mucha gente lamentó la terrible noticia de que su gran colaborador y amigo ya no estaría más con ellos.
Pero por esa misma razón el día que pudo volver a su antigua vida, Entusiasta sabía bien hacia donde se dirigía luego de haber ido con el sacerdote. De inmediato fue al baldío más pobre de la ciudad, y apenas lo reconocieron fue eso razón para gran alegría de todos. Lo abrazaban, lo cargaban en hombros, y no dejaban de dar gracias a Dios porque su gran amigo había regresado.
Así pasó un tiempo. Un día mientras compartía con algunos de los pobres de la ciudad, estos le contaron que había un hombre que había sanado a muchos de los enfermos entre ellos, que incluso le había devuelto la vista a unos, y puesto a caminar a muchos cojos. Le pareció interesante, así que preguntó su nombre, y al escuchar de quien se trataba supo que era el mismo que lo había sanado. Sabiendo esto, se propuso encontrarlo para hablar con Él. Definitivamente se iban a identificar ya que ambos tenían el mismo amor por los más desvalidos.
Un día le contaron que estaba en la casa de un tal Pedro. De inmediato se dirigió a dicha casa. Entró y pudo verlo. Lo saludó haciéndole una seña de largo debido a la cantidad de gente. Jesùs a su vez le hizo seña que se sentara, y siguió hablando. Al principio le pareció muy bonito lo que Jesús estaba diciendo. Pero luego de unos minutos pensó: “Bueno pues muy bien todo lo que dice, pero en qué momento saldrá a hacer sus milagros, a levantar cojos y darle vista a los ciegos. Con palabras no va a ayudar al mundo.” Y luego pasaron más y más minutos, y Jesús seguía hablando, sin esperanza de que fuera a levantarse pronto. Entusiasta, ya aburrido, decidió levantarse y salir del lugar. “Yo pensé que era distinto. Pensé que me lo encontraría haciendo esos grandes milagros de los que se habla. Pero solo le gusta hablar. Puede que sea un gran profeta y sea muy sabio en lo que dice, pero no es más que eso. No necesito de Él para hacer lo que se que debo hacer.”

9.El resentido

Llegamos a nuestro ultimo caso. Resentido era muy semejante a Santurrón. Era alguien muy celoso y devoto en la Ley, y se esmeraba en ser obediente hasta en el mínimo detalle. Pero eso no le evitó llegar a padecer de lepra, y eso fue algo que en su exilio siempre le angustiaba, aparte del hecho de tener que abandonar a su familia a la ventura.
Cuando hubo ido donde el sacerdote, de inmediato se dirigió a buscar a su familia. Al llegar a su antigua casa la encontró abandonada. Se preocupó, así que fue a las casas vecinas. En una le abrieron, y reconociéndole le dijeron la terrible noticia de que su esposa había enfermado y luego muerto, y que sus hijos, al quedar indefensos y sin forma de sobrevivir, terminaron en la misma condición. Escuchar eso fue como que hubieran tomado su corazón y lo hubieran exprimido como una naranja. Se tiró al suelo, dando rabietas de rencor y de dolor a la vez. Se levantó, y mirando al cielo dijo: “¿Esta es la forma que me pagas la obediencia que mantuve siempre a tu Ley?
Luego de unos días, caminando sin rumbo y sin saber que hacer, se topó de frente con ese hombre que le había sanado, que venía rodeado de mucha gente. Puesto que no tenía nada mejor que hacer, pensó en camuflarse entre la multitud y acercarse a escucharlo. Las palabras que le escuchó decir le parecieron muy buenas, así que decidió continuar con Él. Al final del día, cuando todas las personas se iban a sus hogares, Resentido decidió acercarse personalmente a Jesús. Le contó que él era uno de esos nueve leprosos que había sanado, y que se sentía muy triste porque había perdido a su familia, y que quería seguirle pero todavía se sentía muy mal para hacerlo. Jesús le respondió: -“Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.” (Mt. 8: 22) ¿Como se atrevía a decir tal cosa este hombre? ¿Qué no entendía su dolor? ¿No comprendía la grande pérdida que había sufrido? Él no merecía lo que le había pasado, y por alguna razón extraña Dios había permitido que pasara. “Pensé que este Jesús traería respuesta, pero veo que es un simple hablador.” Y así fue como decidió alejarse no solo de Jesús, sino de toda su fe en ese Dios que (según él) lo odiaba sin lugar a dudas.

Cuando no hay vuelta atrás

La principal consecuencia que tuvieron los nueve leprosos que no regresaron a Jesús, es que se quedaron solo con esa única primera imagen que tuvieron de Él. Le vieron como un profeta, un sanador, un hombre misericordioso, alguien con mucho poder, pero nada más. Y siendo así, al regresar a sus antiguas vidas, no se dieron cuenta de la gran oportunidad de salvación que estaban dejando ir. Sus vidas hubieran tomado un rumbo distinto a partir de ese momento, si hubieran dado a Jesús el primer lugar antes de sus afanes, sus ocupaciones, sus preocupaciones, sus intereses, etc.
Podríamos, luego de leer estos nueve supuestos casos, ponernos a juzgar y decir: “Si hubiera sido yo, de fijo que habría vuelto para darle las gracias.” Sin embargo la realidad es que no somos tan distintos de ellos. Muchas veces somos malagradecidos con Dios, porque en lugar de regresar a Él, LE DAMOS LA PRIORIDAD A OTRAS COSAS. Solo analicemos un poco las posibles razones de que ellos no regresaran, y pensemos si realmente nosotros si hubiéramos regresado.

1.       Es claro que nuestra familia es de las mayores bendiciones que tenemos. Amamos a nuestros abuelos, padres, tíos, parejas o/e hijos como esas personas que conocemos desde chiquitos, y que a su vez nos han visto crecer y formarnos en lo que hoy somos. Más de uno tendrá un grato recuerdo de una tía que le regalaba dulces, o de los abuelos tan amorosos que nos regalan ropa, e incluso hasta discuten con nuestros padres por ser duros con nosotros. Y sin ir tan largo, tener con nosotros a nuestro padre, nuestra madre, a nuestros hermanos es de las más grandes bendiciones en nuestra vida. Y ni que decir cuan dichosos se sienten los padres al tener un hijo.
Sin embargo, ¿Qué pasa cuando dejamos que la familia tome el lugar de Dios? ¿Cómo es posible? Bueno, un ejemplo muy común es cuando recibimos alguna visita el domingo por la mañana, y decidimos no asistir al culto para recibir dichas personas. ¿No es eso darle preferencia al hombre antes que a Dios? En tal caso deberíamos más bien dar el ejemplo, e invitarlos a acompañarnos, o sino pues dejarles claro que ese tiempo es exclusivo de Dios, así que, o llegan más tarde, o van con nosotros. Hay muchos otros ejemplos que podemos dar, como escoger justo el domingo en la mañana para ir a visitar a los primos, o ir donde la abuela. No se trata de abandonar a la familia. Se trata de darle a cada quien lo que merece, y así como nuestra familia merece atención y amor, Dios merece respeto, reverencia, y que le demos el tiempo y la atención como Dios y Señor de nuestra vida que es. Tal como dice Eclesiastés, todo tiene su tiempo, y Dios sabrá darnos el momento para compartir con nuestros seres queridos, e incluso de visitarlos cuando estén enfermos o necesitados. Pero darle preferencia a ellos cuando es el tiempo de Dios, es ser malagradecido con Él.

2.       El problema del segundo leproso no nos queda en duda. Muy claro lo deja 1 Timoteo 6: 10: “raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”  Y es que aún cuando sabemos del peligro de la codicia, muchas veces sin darnos cuenta, dejamos que nos domine, y toma la importancia que no debería tener. El dinero tiene por cualidad su capacidad de nublar la vista, y hacer a las personas olvidar darle el primer lugar a Dios.
No se reduce esto simplemente al dinero en si. Se trata de por ejemplo cuando por amor a alguna cosa material dejamos de lado ayudar a algún hambriento, a alguien que está pasando una situación difícil económica, o dejar de ofrendar. Y el peor de los casos, cuando por tener ya todo lo que necesitamos, deja de importarnos la necesidad de los demás. Aún teniendo la plena capacidad de aportar o colaborar de alguna forma, no lo hacemos, o damos lo mínimo. Algo tan simple como la ofrenda demuestra nuestra forma de ver el dinero, así como nuestro amor y compromiso con Dios. “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.” (2 Cor. 9: 7)

3.      “Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto.” (Ecl. 4: 12) De la importancia de tener amigos, personas en quien podamos poner nuestra confianza, y que a la vez sean para nosotros un apoyo, una ayuda, un consejo, no podemos dudar. Son esas personas que incluso nos comprenden más que nuestra propia familia, ya que saben identificarse mejor que ellos en nuestra situación. “…Y amigo hay más unido que un hermano.” (Prov. 18: 24)
Sin embargo, hay algo de lo que siempre debemos tener cuidado, y es de la clase de amistades que tenemos. Primero que nada, no podemos depositar nuestra confianza completa en alguien que no es creyente. En segundo lugar, aún cuando sea alguien que asista a la iglesia, no por eso quiere decir que todo cuanto nos aconseje y diga sea la mejor opción. Eso depende mucho de su grado de madurez y de su entrega a Dios. Además, no porque sea alguien con quien nos llevemos muy bien, necesariamente tiene que ser alguien que me aconseje correctamente. Ahí es donde tenemos nosotros la responsabilidad de analizar muy bien a las personas que consideramos amigos, ver hasta que punto podemos congeniar, y también saber decir no dado el caso. Un buen amigo será el que nos ayude a ser mejores cristianos, y que nos ayudará en lugar de hacernos difícil darle el primer lugar a Dios en nuestra vida. Que nuestro mejores amigos sean los que nos motiven a asistir, a congregarnos, a participar de las reuniones, a orar, a leer la Biblia, y no todo lo contrario, fomentar en nosotros alejarnos de Jesús.

4.       Es una gran bendición de Dios tener un empleo. Y es que hoy en día es muy difícil encontrar un trabajo, y mucho más difícil es encontrar uno por el cual hemos estudiado y nos hemos preparado mucho. El tener un trabajo, cualquiera que sea, es de verdad una gran dicha, y un privilegio de Dios.
El problema llega cuando el trabajo toma el lugar que Dios merece, sea porque nos apasione, o simplemente por el afán de querer tener en abundancia. Es perfectamente entendible cuando por más que hacemos el esfuerzo, no hay forma de evitar que el trabajo obstaculice nuestra comunión con Dios. Pero, cuando tenemos la posibilidad de escoger entre ganarnos unos colones más y tener un tiempo para dedicarlo a Dios, o asistir a una reunión, y al final preferimos lo segundo, es donde estamos siendo malagradecidos y a la vez desconfiados con Dios. Si porque Él sabe perfectamente cuan necesario es el dinero para solventar  nuestras necesidades personales. Sabe que debemos dar de comer a nuestras familias, pagar la casa, la electricidad, la luz. Pero el dejarlo siempre en un segundo puesto es sustituirlo a Él por lo que nos ha dado. ¿No es eso ser malagradecido? ¿Y no es eso a la vez desconfianza de que Él conoce nuestras necesidades, y sabrá perfectamente como proveernos de lo que ocupemos? “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mt. 6: 33)

5.       De una actitud religiosa no deberíamos tener que hablar, porque no debería de pasarnos. Pero la realidad es que todos en algún momento hemos tenido esta clase de actitud. Ser celosos, fervorosos, dedicados a la obra de Dios es como deberíamos de ser todos. El problema está cuando congregarnos, estudiar la Biblia, orar, ayunar, se hace por los motivos equivocados. Puede ser por quedar bien con Dios, y así nos dé todo lo que queremos. O talvez sea por la imagen que queremos tener ante los demás. Este fue el gran error de los fariseos. Se consumieron tanto en la Ley como cumplimiento de obras más que santidad personal, que cuando llegó el Mesías esperado no pudieron reconocerlo.
“Misericordia quiero, y no sacrificio...” (Mat. 9: 13) Más allá de obras, hemos de tener el motivo correcto por el cual hagamos las cosas. Que no sea por cumplir, por rutina o por compromiso, y mucho menos aún por orgullo o por vanagloria, y peor aún por mero interés de ganarnos a Dios. Que sea por amor sincero, y agradecimiento completo a Dios.

6.       Que cómodo que es quedarse a dormir tarde, luego de una semana de arduo trabajo. Que bonito es tirarse en el sillón a ver televisión, y despreocuparse de todo lo demás. Es de lo mejor tomar un día para simplemente no hacer nada, simplemente vagabundear. Al final de cuentas nos lo hemos ganado. Hemos trabajado mucho, es justo un descanso.
Pero, ¿se justifica esto un domingo primer día de la semana, día del Señor, nuestro Salvador Jesucristo? ¿Es ser agradecido quedarse en casa, pudiendo estar alabando y exaltando a Dios? Si en toda la semana no dedicamos tiempo para con el Señor, ¿no sería lo justo siquiera dedicarle tres horas a Dios el domingo? Y si entre semana o un sábado pudiendo participar en las reuniones decidimos quedarnos a ver el partido, o simplemente dormir, no estamos en mejor posición. Dios ve cada caso, y entiende perfectamente cuando definitivamente el cansancio es demasiado y más bien sería obstáculo para concentrarnos adecuadamente en la comunión con Él, y también es entendible cuando por alguna enfermedad se nos imposibilita ir. Pero también Dios ve cuando perfectamente podríamos hacer lo que debemos, y aún así no lo hacemos. “…y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.” (St. 4:17)

7.       No hay mucho que decir del sétimo caso. Sabemos muy bien que hay obras del mundo en las que no debemos de participar, ya que son desagradables a Dios. No es que Dios sea un aburrido, o un amargado, como hay mucha gente que piensa, sino que Él como Dios soberano y conocedor del pasado, presente y futuro, sabe perfectamente que son cosas que no tendrán provecho para nosotros. Y peor sería si aún por “divertirnos” descuidamos de nuestra comunión con Dios. Los cristianos comprometidos y que han descubierto toda la verdad oculta en la palabra de Dios, saben que la vida cristiana es de gozo y felicidad, porque no depende de las circunstancias externas, ni de fiestas, ni de salir con amigos, ni de ver partidos, ni de hacer cualquier cosa que nos guste. La felicidad verdadera está en una continua comunión con Dios, Quien nos puede dar gozo aún en medio de momentos duros y difíciles de nuestra vida, cuando está fuera de lógica que sea así. Y esto se debe a que sabemos que todo obra para bien a los que aman a Dios, además de que Él mismo se hace cargo de que esas dificultades se conviertan en una forma de hacernos madurar, crecer y aprender a vivir. Pero todo esto es posible únicamente cuando le hemos dado el primer lugar a Dios en nuestra vida, para que haga de esa una convicción en nosotros. Un par de versículos corroboran esta verdad: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” (Fil. 4: 4-7) “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” (Sant. 1: 2-4)

8.       Mucha gente hay en el mundo que podemos decir que son personas buenas. Siempre están viendo de que forma ayudar a los necesitados, visitar asilos de ancianos, hospicios de huérfanos. Van por las calles dando de comer a los indigentes, juntando de la calle a los niños abandonados.
Todo esto está muy bien. Sin embargo, muchas de ellas desconocen que hay una necesidad en cada ser humano que es la principal y la más importante. Y es la necesidad de una relación con Dios. Jesús lo sabía perfectamente, y por eso a la vez que sanaba a muchos, también predicaba, y siempre que sanaba a alguien más allá de sus dolencias, buscaba su corazón. Porque de nada sirve ayudar a un drogadicto o un borracho dándole de comer o un lugar donde dormir, si su necesidad afectiva no es llenada. Pronto volverá al lugar de donde salió porque no se siente satisfecho en ese lugar. Y todo esto porque el hombre por naturaleza está hecho para tener comunión con Dios, y no solo eso, para que Él sea su prioridad y razón de vivir.

9.       Muchas veces pedimos y pedimos por algo en específico, y creemos que por ser fieles y puntuales en todo lo que se refiere el servicio a Dios, nos hemos ganado que Él nos de todo lo que queramos. Y al ver que esto no es así, miramos al cielo y decimos: ¿Por qué Dios? ¿Qué más debo hacer? Y la realidad es que no es Dios quien está ocupando ese primer lugar en nuestra vida, sino que somos nosotros mismos, nuestro orgullo y ego el que usurpa el lugar de Dios.
Que nuestro compromiso a Dios no sea por mero interés, por ganarnos una vida cómoda. Que nuestra alabanza sea en gratitud por lo que ya tenemos. Valoremos lo que Dios nos ha dado, para que lo que cada día Dios nos dé lo recibamos como regalo y no como deuda. Si hiciéramos un balance de deudas y méritos, saldríamos perdiendo y por mucho. Gracias infinitas a Dios por Jesucristo que vino a pagar nuestra deuda.

La lección de los nueve leprosos

Estos nueve leprosos que no regresaron pudieron haber experimentado un giro de 60 grados en sus vidas. De cualquier forma podían haber vuelto al encuentro de sus familias, de sus amigos, de sus trabajos, de sus metas y proyectos abandonados por tan terrible desgracia. Pero hubieran marcado una gran diferencia al verlas desde ese momento de una manera distinta. No como el fin de alcanzar plenitud y llenura en sus vidas, sino más bien como un medio por el cual alcanzar un fin, el cual es alabar y exaltar el nombre de Dios. Así con su conocimiento incompleto de Jesús podrían muy bien dar un testimonio de sanidad, pero no conocían Quien fue el que les sanó. Solo fue alguien que vieron de lejos. Y con esa imagen que vieron de largo fue con la que se conformaron, recibiendo lo que creían necesario, y nada más. Estarían destinados a vivir solo de una experiencia del pasado. Sus vidas serían simplemente ordinarias, así como la son las de tantas personas hoy en día que viven sin el Señor.
¿Cuántas veces no hemos regresado a dar las gracias? ¿Cuántas veces, luego de recibir lo que queríamos, un hogar propio, una familia, un trabajo, una carrera, amigos, diversión, placer, comodidad, una falsa imagen de sentirse satisfecho y de haber hecho el bien, hemos decidido no saber más de Jesús? ¿Cuál es la imagen que tenemos de Cristo? ¿Es la de un sanador, de un profeta, de un ser amoroso y misericordioso, un predicador, o la de nuestro Salvador, Quien murió y resucitó para que hoy nosotros tengamos vida y vida en abundancia? (Juan 10: 10) No cometamos el error de “(cambiar) la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.” (Rom. 1: 25)
El samaritano supo reconocer que el sacerdote con el cual debía presentarse era Jesús mismo, quien podría declararlo oficialmente como sano. Y al actuar así, no solo recibió sanidad física, también recibió sanidad espiritual, la más importante. Este samaritano, siendo odiado y repudiado por los judíos, teniendo total razón para no acercarse a Jesús pudiendo pensar que este lo iba a rechazar, fue el único que vio que era Él quien iba a llenar su necesidad real de salvación, porque también vio que más que ser sanado de lepra, necesitaba ser rescatado de la muerte por el pecado. Puede que hubiera una familia, un trabajo o amigos esperándole, pero sabía que como su Salvador, Jesús requería prioridad antes de cualquier otra cosa. Y por hacer esto, fue plenamente recompensado, infinitamente más de lo poco que recibieron sus amigos leprosos, que solo recibieron lo que pedían, y nada más.

Una frase que escuché de un predicador hace tiempo ya, y que me quedó grabada en la mente para siempre, es una que dice “Dios se toma el riesgo de bendecirnos.” Sí, porque se arriesga a que una vez que nos ha dado todo lo que pedimos o necesitamos, nosotros nos olvidemos que fue Él quien nos lo dio. Pero aún así lo hace, y lo sigue haciendo día con día, aún con esas personas que ni siquiera quieren reconocer al Autor y Consumador de la vida. Aprendamos de la lección del leproso que regresó, pero también aprendamos de los que no regresaron. Dios les bendiga.