Queridos lectores y hermanos en Cristo.
Vivimos en un mundo que está regido por normas o por reglas. Hay normas como
las de marcar una tarjeta para entrar y salir de los trabajos. También hay
normas en hospitales, en los bancos, casi que en todo. De hecho también en el
comienzo de la historia humana Dios dio normas a Adán y a Eva, en Gén. 2: 16,
17 las encontramos.
“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo:
De todo árbol del huerto podrás comer, mas del árbol de la ciencia del bien y
del mal no comeréis; porque el día que de él comiéreis, ciertamente moriras.”
Y es claro que cuando existen reglas hay
que cumplirlas porque sino estaríamos cometiendo una falta grave por la cual
podríamos perder el trabajo o recibir un castigo. Y ahora para todos aquellos
que creen que pueden ser aceptados por Dios sin Jesús, necesitan enfrentarse a
algunas preguntas cruciales. Si creen que pueden llegar al cielo alcanzando
cierto grado de rectitud, entonces, ¿Cuál es la norma por la cual deben vivir?
¿Qué es lo que Dios requerirá de ellos?
Muchos dicen: “Yo siento que soy una
persona básicamente justa y buena, y estoy dispuesta a presentarme delante de
Dios por mi propio mérito.” Pero estas personas fallan al no considerar que las
normas de Dios son diferentes a las nuestras. Jesús nos mostró el requisito de
Dios para aquellos que luchan por el cielo según sus propias fuerzas, cuando
dijo, en Mateo 5: 48: “Sed pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que
está en los cielos es perfecto.” La norma para la persona que desea ser justa
delante de Dios es nada menos que perfección absolutamente, no sólo esforzarse
o ser sincero, sino guardar irreprochablemente todas las cosas que Dios ordenó
al hombre y a la mujer, es decir, a todos sobre la tierra. Claro aquellos que
creen que pueden ganar la vida eterna con sus buenas obras, tienen una
comprensión errónea de la santidad de Dios y de lo que significa ser justo
delante de Él.
Si vamos a establecer una norma de conducta
justa, debemos usar la que fue establecida por Jesucristo. Jesús es la única
persona cuya vida movió a Dios a decir “Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia.” (Mat. 3: 17). Aunque en la Palabra de Dios hay personajes como
Moisés, José, Juan el Bautista, Pedro, etc. Dios dijo que Jesús lo era todo, en
Él radicaba el amor, la misericordia, la justicia, la humildad, en fin. Él era
todo para Dios. Y para disfrutar de la comunión con Dios debemos ser justos
como Jesús. La vida de Jesús es la única norma de justicia. Si quiero ser
aceptado por Dios, tengo que ser tan justo como Jesucristo. Las Escrituras nos
muestran que hay una sola clase de justicia que Dios aceptará: la justicia de
Cristo. Así que, deseamos presentarnos delante de Dios basándonos en nuestras
buenas obras, debemos entonces vivir una vida que alcance la medida de la
bondad que vemos en Jesús.
Pero todos nosotros sabemos que esto es
imposible. Nosotros no podemos alcanzar esta clase de justicia. Jesús mismo nos
dijo en Mateo 5: 28: “Pero yo os digo, que cualquiera que mire a una mujer para
codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” También dijo: “Pero yo os digo
que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio.” (Mat.
5: 22). Además dijo “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os
aborrecen, bendecid a los que os maldicen, y orar por los que os calumnian. Al
que te hiera en una mejilla, presentale también la otra; y al que te quite la
capa, ni aún la túnica le niegues. A cualquiera que te pida dale, y al que tome
lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.” (Luc. 6: 27-30). Y también nos
ordenó: “Amad pues a vuestros enemigos, y haced el bien, y prestad, no
esperando de ello nada…” (Luc. 6: 35).
¿Cómo puede alguien ser así de justo? Al
menos yo se que no puedo ser así. Yo fallo. Y yo creo ciegamente que todos los
seres humanos fallamos, sin excepción. Pero, ¿significa esto entonces que
debemos permanecer por siempre apartados de Dios? ¿O es que no existe una
manera en que pueda disfrutar de una comunión con Dios?¿Tenemos que seguir en
este vacío, en esta frustración, buscando y tratando de alcanzar algo que jamás
podremos obtener?
Si tenemos alguna esperanza de ser
perdonados por Dios, tiene que haber otro fundamento que el de nuestra propia
justicia. Pablo dice: “Ya que por las obras de la ley ningún ser human o será
justificado delante de Él.” (Rom. 3: 20) Las reglas que Dios ha establecido son
demasiado estrictas para alcanzar justificación, no podemos sujetarnos a ellas.
Nuestra única esperanza ha sido provista en otra forma de justicia. Gracias a
Dios que ese principio existe, y se llama gracia. Rom 5: 1, 2: “Justificados
pues por la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Señor
Jesucristo, por quien tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual
estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Porque por
gracia sois salvos, no por obras…” Ya lo había dicho antes. Nuestra justicia
ahora y por la eternidad es el resultado de nuestra fe en el Hijo de Dios,
Jesús. Y si quieren saber más de este asunto, seguiremos en la siguiente
revista hablando del tema, que está totalmente basado en el libro de Romanos.
El Señor los guarde siempre. Amén.
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