jueves, 28 de marzo de 2013

El verdadero vínculo del matrimonio



El verdadero vínculo del Matrimonio

Por: Mateo Martínez



Definamos las palabras vínculo y matrimonio.

Vinculo:
Término que deriva del latín "vinculum", de "vincere"...atar. Significa unión o atadura de una persona o cosa con otra. Se usa también para expresar: unir, juntar o sujetar con ligaduras o nudos. Se refiere a atar duraderamente.
Matrimonio: (Definición Bíblica)

Se define como: La unión diseñada por Dios entre un hombre y una mujer, independientes el uno del otro, que deberán convertirse en uno, en alma y cuerpo.

Introducción

El matrimonio es una institución divina, inventada y creada por Dios, un plan perfecto, para personas perfectas.

Cuando el hombre y la mujer pecaron, fallamos en lograr el gozo y el amor que Dios en su gracia y misericordia proveyó para nosotros en la relación matrimonial.

El matrimonio perfecto no se hace por “las circunstancias”, no fueron las circunstancias en el Jardín del Edén, no son las circunstancias de la vida que vivimos hoy.

El matrimonio perfecto se hace cuando la vida espiritual y la relación con Dios  tienen prioridad numero uno en nosotros los cónyuge.

Los parámetros, el patrón y los  linderos establecidos por Dios al principio, en el primer matrimonio, siguen hoy día para nosotros.

Génesis 2:24,25;
      Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su    mujer, y serán una sola carne. Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban.

a)      El hombre tiene que dejar padre y madre, su mujer ya tiene prioridad en su vida.
b)      Péguese a su esposa con la mejor pega que conozca.
c)      Serán dos en una carne.
d)     Hay unión de alma, se comunican todo, no existe vergüenza.

Basado en estos criterios, estudiemos el verdadero vínculo en el matrimonio.




I)                    Una relación personal con Dios, me vincula a sus mandamientos.

Proverbios 24:3,4.

Con sabiduría se edificará la casa,  Y con prudencia se afirmará;
Y con ciencia se llenarán las cámaras.  De todo bien preciado y agradable.

Las personas que no tienen una verdadera relación con Dios por medio de su palabra, no pueden producir, Sabiduría, Prudencia ni Ciencia, solo el creyente con madurez espiritual puede producirlos.

Tanto el Esposo como la Esposa se preocuparan en su crecimiento espiritual, trabajaran de manera personal en su relación con Dios. Buscaran el apoyo divino de Dios, buscaran ser fortalecido en rol, como Esposo y Esposa.

Reconoceremos en todo caso, nuestra responsabilidad individuales y como pareja en:

i-                    Las decisiones que hacemos.
ii-                  Las gentes con quienes andamos.
iii-                Nuestras propias motivaciones.
iv-                Nuestras maneras de vivir.
v-                  Nuestras convivencias como esposos.

Todo esto es más fácil, si mantenemos una relación personal con Dios. El mismo Dios nos guiara paso a paso, en este caminar.

Cuando pensamos en nuestro crecimiento espiritual, en nuestra relación con Dios. Necesitamos partir de lo individual al matrimonio.

Necesito pensar que soy la sal de la tierra y la luz de este mundo. Mi unión con Dios, me capacitara, me prepara para una verdadera unión matrimonial con él y con mi cónyuge.

La biblia Dice:
Mateo 5:13,14.
      Vosotros sois la sal de la tierra;  pero si la sal se desvaneciere,  ¿con qué será salada?  No sirve más para nada,  sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
      Vosotros sois la luz del mundo;  una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.

Debo pensar en lo siguiente:

a)      Soy la sal en mi matrimonio.
b)      Soy la luz en mi matrimonio.

Cuando pienso de esta forma, estoy asegurando, no solo una relación con mi compañero(a). Estoy expresando mi relación con Dios y su voluntad para mi relación matrimonial

Debo permanecer unido(a) a Cristo, así como debo hacerlo con mi pareja.

Juan 15:1-5.

     Yo soy la vid verdadera,  y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto,  lo quitará;  y todo aquel que lleva fruto,  lo limpiará,  para que lleve más fruto.
     Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí,  y yo en vosotros.  Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo,  si no permanece en la vid,  así tampoco vosotros,  si no permanecéis en mí.
     Yo soy la vid,  vosotros los pámpanos;  el que permanece en mí,  y yo en él,  éste lleva mucho fruto;  porque separados de mí nada podéis hacer.



II)              Amor  y  Respeto (vinculo en la pareja).


Dios ama y respeta su creación. Mostro su amor para con la humanidad, cuando por su misericordia, envió a Cristo al mundo a morir por cada uno de nosotros.

Muestra respeto a cada uno de nosotros, al darnos libre albedrio para que tomemos nuestras decisiones, sean estas buenas o malas.

En el matrimonio debe existir amor y respeto entre sus cónyuges.

La falta de estos ingredientes ha terminado con millones de matrimonios, hoy día 5 de cada 10 matrimonios terminan en el juzgado y a la decisión de un juez, ya no son más parejas.

Efesios 5:33.

      Por lo demás,  cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo;  y la mujer respete a su marido.

Al esposo se lo llama a amar incluso a una esposa que no lo respecta y a Esposa se la llama a respectar a un a un esposo desamoro”

No hay justificación para que un esposo diga: Voy a amar a mi esposa después de que me respecte, ni para que una esposa diga, Voy a respetar a mi esposo después que me ame.

  • Cuando un esposo no se siente respetado, le es especialmente difícil amar a su esposa.
  • Cuando una esposa no se siente amada, le es especialmente difícil respectar a su esposo.

Muchas veces la esposa se pregunta:

¿Me ama mi esposo como yo lo amo a el?  Ella esta consiente de que lo ama, pero esta dudosa de su amor por ella.

Esto no es un asunto de expresarlo, es un asunto de vivirlo. No podemos decir que amamos a Dios sin vivir ese amor, igual con nuestra relación de pareja. Recuerde, el vínculo en nuestro matrimonio.

El esposo debe amar a su esposa como así mismo. Y la esposa debe respectar a su marido. Aquí Pablo no esta dando una sugerencia, esta dando un mandamiento.

La palabra griega que el Apóstol usa para referirse al amor es ágape, que  significa amor incondicional.

El apóstol Pedro escribió a las esposas que sus esposos eran desobedientes a las palabras de Dios,  los ganarían por su ejemplo para el Señor.

1 Pedro 3:1,2.
      Asimismo vosotras,  mujeres,  estad sujetas a vuestros maridos;  para que también los que no creen a la palabra,  sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa.

¿Como se manifiestan la falta de amor y el irrespeto en entre los esposos?

Esto no es un asunto solo de enfrentamientos, pleitos y griterías. Se manifiesta desde las cosas mas sutiles, hasta las más grabe en la relación.

Necesitamos considerar:

  • La forma de comunicarnos (Aprender a descifrar los códigos).
  • Gustos (Que le gusta a ella, que a el).
  • Actitudes.
  • Costumbres (como nos manejábamos cuando solteros).
  • Hábitos.
  • Metas.
  • Compromisos.
  • Etc.

III)            Necesitamos tomar decisiones que cambien nuestras vidas de parejas.

Dios nos hiso hombre y mujer, es decir, muy diferentes, Mateo 19:4.

Entender esto es crítico para tener un verdadero vínculo en nuestro matrimonio. Usted no puede cambiar a su esposo. Usted marido, no puede cambiar a su esposa.

Pero usted si puede cambiar como persona, puede hacerlo para Dios, por igual lo puede hacer para su marido. Usted mi hermano, lo puede hacer para su esposa si lo hace para Dios.

Esta decisión de cambio debe iniciar con un fuerte compromiso de relación con Dios y con nuestros cónyuges.

El matrimonio exige permanencia y esfuerzos, a tal grado que los discípulos de Jesús dijeron, pues si así es no conviene casarse, Mateo 19:10

El esposo que tiene buena voluntad “tiene cuidado de… agradar a su mujer” y la esposa que tiene buena voluntad “tiene cuidado de”… agradar a su marido. 1 Cor. 7:33,34.

Esposos cuando estén ofendidos,  portaos varonilmente y esforzaos. 1 Cor. 16:13.

En tiempo pasados, las esposas eran ‘santas mujeres que esperaban en Dios” 1 Pedro 3:5, y hoy Dios las llama a hacer lo mismo. 

Necesitamos como pareja, apoyarnos mutuamente, apoyarnos en Cristo y en sus palabras, depender más de las oraciones, antes que de nuestras acciones.

Un consejo de gran valor es el que se encuentra en Filipenses 2:3-5.

      Nada hagáis por contienda o por vanagloria;  antes bien con humildad,  estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;  no mirando cada uno por lo suyo propio,  sino cada cual también por lo de los otros.  Haya,  pues,  en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,…

Y en 1 Corintios 13: 4-8. La Biblia nos hace recordar las razón por la cual nos casamos, nos casamos por amor. Necesitamos vivir y trabajar por ese amor.

      El amor es sufrido,  es benigno;  el amor no tiene envidia,  el amor no es  jactancioso,  no se envanece;   no hace nada indebido,  no busca lo suyo,  no se irrita,  no guarda rencor;   no se goza de la injusticia,  mas se goza de la verdad.  Todo lo sufre,  todo lo cree,  todo lo espera,  todo lo soporta.  El amor nunca deja de ser;

Conclusión.

Hoy podemos entender un poco mejor el verdadero vinculo del matrimonio. Su importancia en nuestra relación con Dios.

Su importancia en nuestra relación conyugal, el papel que juega en nuestro matrimonio el amor y el respeto. Así como lo fundamental de aprenderlo y aplicarlo en nuestra relación matrimonial.

Hemos aprendido a tomar decisiones apropiada a la situación donde nos encontremos en nuestra relación, poniendo a Dios en primer lugar, buscándole por medio de sus palabras y poniendo en sus manos nuestras necesidades por medio de la oración.

Acuchemos la voz de Dios como últimas palabras en esta Charla.

Colosenses 3:12-15 dice.

      Vestíos,  pues,  como escogidos de Dios,  santos y amados,  de entrañable misericordia,  de benignidad,  de humildad,  de mansedumbre,  de paciencia;
      soportándoos unos a otros,  y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro.  De la manera que Cristo os perdonó,  así también hacedlo vosotros.
      Y sobre todas estas cosas vestíos de amor,  que es el vínculo perfecto.
Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones,  a la que asimismo fuisteis     llamados en un solo cuerpo;  y sed agradecidos.



Por Mateo Martínez
Para los Frailes (4/11/09)

Verdaderamente libres parte II


Verdaderamente libres Parte II

Por: Jorge Cambronero


Es claro como no debemos usar nuestra libertad en Cristo. Por lo tanto la verdadera pregunta es ¿Cómo debemos usarla? ¿Cómo podemos usar nuestra libertad de una manera que honre a Dios y nos ayude a crecer en gracia?

Pablo tiene la respuesta en Gálatas 5: 13. Él dijo que debemos usar nuestra libertad para servirnos unos a otros por amor. “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados: solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, si no servíos por amor los unos a los otros.” La Escritura constantemente nos recuerda el gran valor que Dios le da al servicio en humildad. Una y otra vez la Biblia nos recuerda que si deseamos ser realmente grandes en el reino de Dios, debemos servir.

Jesús hizo a sus discípulos una magnífica declaración en el comienzo de lo que llamamos la gran Comisión. Él dijo “Toda potestad me es  dada en el cielo, y en la Tierra.” (Mateo 28: 18) ¿Puede imaginarse cuanto poder es este? TODO el poder del Universo le fue concedido. El mismo poder que encendió el fuego de las estrellas y que sostiene a cada átomo, le pertenece a Jesús. ¿Y qué hizo Él con este poder? ¿Sacudir  el Universo? ¿Crear unas cuantas galaxias más? No. Jesús se quitó su manto. Se ciñó como un sirviente, y lavó los pies de sus discípulos. Después de haber lavado los últimos tobillos y dedos sucios, preguntó a sus amigos, en efecto “¿sabéis lo que os ha hecho? Les he dado un ejemplo. Porque si yo siendo vuestro  Señor les he servido, entonces ustedes deben servirse el uno al otro.” Vea Juan 13: 12-14. ¿Qué pasaría si ahora mismo usted pudiera decir: “Todo el poder del Universo es mío”? ¿Qué haría con tal poder?

Pocos de nosotros que queremos servir. Nos gusta dar órdenes y esperar ser servidos. “Ve y tráeme aquello”, “alcánceme aquella herramienta”, “necesito que ustedes vayan”. ¡Cómo nos gusta dar órdenes! ¡Y como nos irrita que las ordenes no sean cumplidas! Nos hiere y nos ponemos malos, no nos gusta. Nos encanta ser parte de la clase de los que están al mando. Pero las más grandes bendiciones de Dios no se encuentran ahí. No hemos sido liberados para estar mandando a nuestro prójimo. Sino para servirnos los unos a los otros, con amor. No cabe duda de que ésta bendición requiere una obra del Espíritu de Dios en nuestros corazones. Mi naturaleza humana ciertamente se rebela a la de servir en amor a alguien más. A menudo mi reacción inmediata al más mínimo pedido es “si quieres un vaso de agua, ve y tráelo tú mismo.” ¿Quién fue tu esclavo ayer?

A mi carne le gusta que le sirvan. Clama para ser servida. Pero hemos sido liberados de la esclavitud de la carne, y ahora podemos servir a otros en amor. ¡Qué alegría es servir con amor! Toda la ley se comprime en una frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mat. 22: 39). Así que, queridos lectores y hermanos en Cristo, sirvamos con la libertad con que Dios nos hizo libres y no sirvamos más al pecado, sirvamos con amor.

“Y a aquel que es poderoso para guardarnos sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia ahora y por todos los siglos. Amén” (Judas 1: 24, 25). Que Dios los guarde siempre.

Estar no es igual a ser


Estar no es igual a ser

“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.  Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1 Juan 2: 15-17)

En el huerto de Getsemaní, bajo la  oscuridad de la noche, Jesús se encuentra orando por personas que ni siquiera existen todavía. “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son… Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (Juan 17:9, 14-17).
Hoy después de 2 mil años de esta oración, ¿qué tanto se asemeja nuestra realidad a esa petición? Debemos decir que hay personas que no están viviendo según el ruego de nuestro Señor Jesucristo. Pero no es que Dios haya ignorado a Jesús. Si nuestras vidas están así no se debe a otra razón más que nosotros no hemos hecho nuestra parte, ya que Dios no se va a meter con nuestro libre albedrío para obligarnos a ser como Él quiere.
Estar en el mundo pero no ser parte de Él. Es algo simple de explicar, y se pueden usar infinidad de ejemplos. Es como cuando vamos a visitar a alguien al hospital. Estamos dentro del hospital, caminamos por sus pasillos, pero no formamos parte de este, ya que ni somos doctores ni somos pacientes. O cuando un padre va a la escuela de su hijo. Está en la escuela pero no forma parte de ella. Simple. Sin embargo llevar a cabo esto con nuestras vidas cristianas no es tan simple como explicarlo.  

¿Qué es el mundo? Al Jesús decir mundo, se refiere a la humanidad sin Dios, a todas las personas que viven “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia…” (Efe. 2: 2), es decir, haciendo todo lo que nosotros sabemos perfectamente que es desagradable ante los ojos de Dios, ya que es abominación y pecado. Y todo esto sin importar raza, sexo, ubicación, edad (desde que se tiene conciencia de pecado claro), educación, ideología política, etc, etc. Una persona está en el mundo cuando vive sin tomar en cuenta a Dios parcial o completamente en sus decisiones.

Cabe destacar que el mundo al que se refería Jesús no lo conforman sólo las personas que cometen los pecados “más graves”, como robar, matar, ingerir drogas o el adulterio y la fornicación. Para Jesús el pecado nace en el corazón (Mt. 15: 19), y puede estar presente en la vida de una persona sin que se manifieste públicamente. De hecho, estas manifestaciones externas que ya mencionamos anteriormente y que mucha gente condena solo se muestran cuando ya el corazón está demasiado entenebrecido y oscuro. Pero todas empiezan con un “pequeño pecado” que puede parecer inofensivo, tal como el chisme, el rencor, la ira, la malicia, el vocabulario soez y vulgar, etc. Incluso con solo lanzar una mirada, o un mínimo pensamiento, se le está dando cabida al pecado para que empiece a trabajar en nosotros. Todo empieza en nuestra mente, por medio de la concupiscencia (para saber más de esta palabra, diríjase a “Rincón del Saber). “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” (Santiago 1: 15). En el mundo encontramos muchas personas que han sido consideradas “buenas” ante los ojos de la mayoría de las personas sin ser cristianos fieles, y sin embargo, ¿sabemos lo que hay en sus pensamientos? Mientras no hayan entregado sus vidas al Señor, por más buenas que puedan parecer, siguen siendo parte del mundo.

Para ser igual que los no creyentes, basta con reírse de sus chistes vulgares, ver sus mismos programas de televisión, hablar igual que ellos, tener su misma malicia, sus actitudes negativas, egoístas y orgullosas, viendo a Dios como un aburrido, un estricto, un controlador y hasta un “metido”. Esta es la actitud del mundano.


La trampa
El problema que muchos de nosotros tenemos es que, sin darnos cuenta, nos comenzamos a comportar de manera mundana. El diablo es muy astuto, y nos conoce incluso mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos. Conoce nuestras debilidades, sabe como dicen “por donde darnos”. Actúa en nosotros como  lo hizo con Eva en el Huerto de Edén. “No moriréis…” (Gén. 3: 4), fue la forma como la serpiente dijo a Eva: “No es tan malo como dice Dios”, “Dios es demasiado estricto con ustedes”, “ustedes pueden hacer lo que quieran”, “no le harás daño a nadie con una sola mordida”, “te tomará solo un momento”, “puedes confiar en mi”, etc. Estas frases las hemos escuchado más de una vez, ¿cierto? Y si nos ponemos a analizarlas, muchas de ellas no son del todo mentiras. Porque de lo que no nos damos cuenta es que Satanás no nos engaña sólo a través de mentiras, sino a través de verdades a medias. Si nos ponemos a analizar el mundo que nos rodea, quienes nos rodean en el colegio, en la universidad, en el trabajo, incluso en nuestros hogares viven según verdades a medias. Y ese es el anzuelo que el diablo utiliza para atraer a los creyentes, porque llega un momento en que pensamos: “pues la verdad es que es cierto, un chistecillo de doble sentido no hace daño a nadie”, “pues yo veo que mis amigos lo hacen y no les ha pasado nada”, “un chismecillo es cualquier cosa”, “por un día que no vaya a la iglesia no se va a acabar el mundo”, “todo el mundo ve ese programa, no debe ser tan malo”, “mis amigos dicen que la iglesia es aburrida y está llena de hipócritas, y creo que si es cierto”. Y lo peor de todo es que hay personas que están dentro de la iglesia, y sin embargo tienen esta clase de pensamiento, por lo que son usadas por el diablo para “contagiar” a otros con esta manera mundana de pensar. Pero tengamos bien claro que una verdad a medias es una mentira completa ante Dios.

Las personas que han logrado, gracias a Dios, abandonar un terrible vicio que estuvo a punto de llevarlos a su destrucción, son los primeros testigos de cuan terribles y engañadoras son las verdades a medias. Algún siervo de Satanás se acercó a ellos con una de esas frases que mencioné anteriormente, y cuando se dieron cuenta estaban dentro del infierno en vida. Lo que no les dijeron fueron las terribles consecuencias de ese pequeño acto. Gracias sean dadas a Dios por esos hermanos entre nosotros que fueron alumbrados por Cristo para tomar el camino de regreso y ser salvados por la sangre de Jesús.
¿Cuál es la verdad que no nos dicen estas mentiras a medias? Que el pecado engendra muerte, y más grave que la muerte física, es la muerte espiritual. Es como una gangrena, que comienza con un pequeño pensamiento carnal, pero que se esparce a través de toda nuestra mente, y sin darnos cuenta toda nuestra manera de pensar deja de ser cristiana y comienza a ser mundana, tal como Satanás se había propuesto desde un principio.
Otro de los engaños de Satanás es mostrarnos solo un lado de la moneda. Nos muestra las personas felices, bien acomodadas, felices, con un carro del año, con esa casa propia que tanto hemos añorado, con su propio negocio, o cualquier cosa que nosotros hemos deseado. ¿Cuál fue el precio para alcanzar estas cosas? Dejar de ir a la iglesia, juntarse con personas libertinas y carnales, vivir sin Dios. Pero si viéramos el otro lado de la moneda, nos daríamos cuenta de que a esas personas “felices” lo único que les espera es una eternidad de sufrimiento, dolor y remordimiento.


Siendo distintos
Si Jesús pidió que estuviéramos dispuestos a poner de nuestra parte para ser distintos del mundo pecador, no era para dejar totalmente en nuestras manos esa responsabilidad. A través del tiempo que estuvo en la Tierra, y a través de sus apóstoles y discípulos, tales como Pablo, Juan y Pedro, nos dejó enseñanzas y claras instrucciones para saber enfrentarnos a cada una de las distintas situaciones en las que vamos a estar tentados a actuar y comportarnos tal como lo hacen los no creyentes. Basta con que nos dirijamos al Nuevo Testamento para encontrar el “manual de vida del creyente”.

En Lucas 9: 57-62, encontramos tres requisitos esenciales para ser discípulos de Jesús.
1.       No emprender la tarea sin tener claro que el cristiano lejos de vivir siempre cómodo y sin problemas, deberá enfrentar situaciones de escasez, momentos de soledad, e incluso momentos en los que no tendrá el apoyo de nadie más que de Dios.
2.       Para el cristiano la obra de Cristo debe ser su prioridad. Debe estar dispuesto a renunciar aún a aquellas cosas más preciadas. Si su familia o su trabajo significan un obstáculo en su total consagración, deberá abandonarlas por amor de Cristo.
3.       Jesús espera total y completa fidelidad de parte nuestra. Espera que nosotros estemos dispuestos a dar nuestro máximo esfuerzo, sabiendo que nuestra obra será bien recompensada. Quiere compromiso de por vida, y que no volvamos a ver el pasado, como si hubiera sido mejor lo que dejamos que lo que nos espera. No cometamos el error de los israelitas en el desierto, quienes por el cansancio y la sed deseaban volver a Egipto, por lo que fueron castigados con 40 años más de vagar por las arenas antes de entrar por fin en la tierra prometida.

Ahora leamos Mateo 6: 24. Nuevamente Jesús nos pide total consagración y fidelidad, sabiendo bien que la persona que, pretendiendo ser cristiano sigue coqueteando con el mundo, no es alguien digno de confianza, es una persona tibia la cual “vomitaré de mi boca” (Apo. 3: 16).

Mateo 6: 22-23: “ La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?”. Debemos de cuidar muy bien lo que nos permitimos ver, ya que todo lo que vemos provoca un pensamiento, y si este pensamiento es pecaminoso estamos dejando entrar las tinieblas en nuestro corazón. Recordemos que “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mat. 5: 28). Y podemos intercambiar la palabra “mujer” por cualquier otra cosa de este mundo que igual nos lleva a la codicia, y con ella al pecado. A veces es mejor resistirse y hacer un sacrificio que darse “un gustito” y caer en maldad. Todo depende del caso en que nos encontremos claro está. “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.” (Mat. 5: 29)
También debemos cuidar nuestra forma de hablar ya que con solo decir “necio” (o sea tonto) a alguien, somos tan culpables ante Dios como lo es un asesino (Mt. 5: 22). Que más bien “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.” (Col. 4: 6)

Y podemos seguir enumerando pasajes. Jesús nos habla acerca de evitar los prejuicios (Mateo 7: 1-5), de cuidar nuestro cuerpo físico (1 Corintios 6: 12-20, palabras de Pablo), de no preocuparnos ni afanarnos (Mateo 6: 25-31), de como tratar a las personas que nos hacen algún daño (Mateo 5: 44-48), etc., etc.

Además, Jesús nos deja muy claro que vivir siguiendo estas directrices no quedará sin recompensa. No nos dice que no tendremos dificultades ni problemas, pero que pase lo que pase podremos confiar porque nuestra vida no se derrumbará (Mateo 7: 24-28), que siempre tendremos una guía a través de toda situación que nos mostrará qué hacer (Juan 14: 16-17). Y su promesa más maravillosa para nosotros, que pase lo que pase, todo obrará para bien en nuestras vidas (Romanos 8: 28) Así pues, “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?... Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” (Romanos 8: 35, 37). Nuestra victoria como cristianos fieles y victoriosos dependerá de que tan convencidos de que esta clase de vida vale la pena, y nos comprometamos de corazón a vivir para Jesús. Siguiendo las instrucciones de nuestro Salvador, estaremos marcando la diferencia con el mundo. Al final de cuentas, Él ya venció lo que nosotros no podíamos vencer. (Juan 16: 33).


Superando conflictos en la relación conyugal


·        Los conflictos son un aspecto inevitable en el matrimonio, por cuanto el proceso de ajuste y adaptación a menudo produce fricciones tan intensa que se convierten en crisis.

·        Todas las relaciones son incompatibles en ciertas medidas. Por lo tanto el problema no consiste en experimentar conflictos, sino en hallar una solución satisfactoria.

·        Los conflictos maritales se originan en la diferencias. Cuando llegamos a conocer a alguien que a su vez comienza a conocernos a nosotros, es inevitable que aparezcan diferencias de temperamento, de gustos y de formación.

·        A medida que se profundiza la relación, se desarrolla la confianza mutua.

·        Si no hay confianza los pensamientos negativos ponen en peligro la integridad de la relación y se hace imposible resorber los conflictos.

·        Si los conflictos se manejan en forma apropiada, la experiencia puede ser enriquecedora y producir un mayor grado de comprensión mutua, así como afirmar la relación.


·         El manejo correcto de los conflictos despeja el ambiente, elimina las pequeñas frustraciones, las cuales, si no se atienden, consumen la energía y la calidez de una relación.